Con la hija de mi pareja. Incesto sin culpas
Fecha: 09/09/2017,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos
El deseo supera todas las barreras, la hija de mi pareja me hizo perder la cordura, el momento propicio lo poco de prudencia y la calentura no llevó a una breve pero intensa cogida, delirando de placer me vine dentro. El verano estaba en todo su esplendor, las noches permitían quedarnos hasta bien tarde en la galería viendo el atardecer en el campo, bebiendo, con la generosidad de no tener otra cosa que hacer que no fuera el disfrute. Era un fin de semana, de los largos, con dos días feriados, casi una especie de mini vacaciones anticipadas, podíamos realizar todas las actividades bucólicas que nos ofrecía el estar en contacto con la naturaleza, disfrutar de la piscina, disfrutar del frescor de estar con los pies dentro de ella. Por esta vez éramos un grupo bien numeroso de parientes, la casona tenía habitaciones para hospedarnos a todos. Desde nuestra llegada me sentía perturbado por la presencia de Elena, la hija de mi pareja, de la cual buscaba la forma de mantenerme alejado, era la única forma de que alejar los pensamientos incestuosos que sentía por ella. Cuando conocí a su madre ella ya era una voluptuosa adolescente, que con su progenitora teníamos una relación de pareja “cama afuera” y que ella por razones de comodidad y cercanía con la universidad pasaba la mayor parte del tiempo viviendo con su padre. De todos modos entre nosotros había algo más de un exceso de respeto, era la forma que me había impuesto para no reconocer que gustaba más de lo prudente y ...
... moralmente aceptado, pero ese deseo no desapareció, tan solo estaba adormecido y cubierto por la prudencia. Pero la causalidad y la bebida habían producido una disminución de las defensas morales y bien sabemos que cuando la pasión sube por la escalera la razón se tira por la ventana… No recuerdo bien en qué circunstancias en un momento de esa tórrida noche, mientras todos estaban disfrutando de la música bebiendo a la vera de la piscina, Elena y yo nos encontramos en la galería del primer piso, mirando como el resto de la familia reía y disfrutaba de la noche. De pronto ella sale de su cuarto, me quedé pasmado observándola, como si estuviera adorándola, en silencio… Cómo si ella hubiera sentido la mirada cargada de emocionado deseo, se quedó como paralizada y volteó para mirarme. – Hola, Luis, qué te sucede. Pareciera que nunca me has visto? No sé qué me paso, pero por un instante no pude articular palabra, sentí el pudor de haber descubierto mis más secretos pensamientos. Mis ojos no podían desengancharse de los suyos. Con una sonrisa respondía a su pregunta, no podía articular palabra para no delatar todo el deseo que sentía por abrazarla. Bajé la mirada como un chico atrapado en falta, giró para dirigirse a la escalera, no habrá dado más de tres pasos cuando la llamé por el nombre, se detuvo y antes de que consiguiera darse la vuelta la tomé del brazo, no sé bien lo que iba a ocurrir, pero pienso que ella lo presentía… Se giró, por un instante amagó el rechazo, pero en ese mismo ...