1. Mis mujeres (III): Dora (3)


    Fecha: 14/12/2017, Categorías: Confesiones Dominación Autor: zitro1, Fuente: CuentoRelatos

    La comida de Navidad fue todo en amor y compañía, como se dice. Yo contemplaba a mi prima, pero ella parecía tan tranquila, como si nada hubiera ocurrido. Yo no podía mirar sin ver, pensar en todo, su cuerpo, sin percibir su olor, su humedad. Este día los mayores prácticamente no se levantan de la mesa, además visitas de familiares y amigos, charlas y comida con sus respectivas bebidas, canciones... Era el final de la tarde, estábamos en un salón aparte del comedor yo tumbado jugando en el suelo con alguna de mis primas más pequeñas. Solo los pequeños abandonan la mesa para ir a jugar, otros habían desaparecido, Dora sentada en un sillón leyendo un libro. De pronto, con una sonrisa turbadora, dijo: - Vamos a arreglar un poco mejor el Belén. Se levantó y se dirigió a la mesa donde estaban todas las figuritas. Cambió dos o tres de lugar, puso unas palmeras en otra parte. - Ayúdanos, venga, no seas vago... obligo a las pequeñas que cogiéndome de las manos, me levantaran llevándome junto al Belén. - Venga acerca los Reyes al Portal y ponlos en fila -dirigiéndose a mí. Empecé a hacer lo que me había dicho. En ese momento, la noté por detrás. Había pegado su cuerpo al mío, un brazo me rodeaba, como para mover una de las figuritas, su pelo sofocaba mi cara, notaba sus muslos contra mi culo, sus pechos duros contra mi espalda, su olor, ah... su olor, su aliento junto a mi boca. Ni que decir tiene que mi polla tardó medio segundo en activarse. Dora siguió apretándose contra mí, el ...
    ... roce empezó a ser frotamiento. Yo no sabía qué hacer, inmóvil sudaba internamente. Dije algo sobre el Belén: - Hacen falta más pastores. - Y unos pavos... algo así, soltó ella. A los apretujones de mi prima, se unió ahora un suavísimo besito de sus labios en mi oreja, ¡Dios mío, me empalmo aún sólo con recordarlo! - Qué tonto eres -susurró, gatuna- Pavos... Buen pavo estás tú hecho. No podía soportar más aquella sensación. Me volví, intentando huir de su abrazo, pero lo único que logré fue tirar cuatro o cinco corderos, un frotamiento más inolvidable aún de sus pechos, de sus muslos, su vientre, ahora peor todavía, pues estábamos cara a cara y ya no era mi culo lo que se fundía con ella, sino mi polla, que reventaba el pantalón. Sentí una vergüenza insoportable. ¿Qué hacer? Pero fue ella la que, como la cosa más natural del mundo, sonriéndome y clavando en los míos sus ojos, que parecían el amanecer del mundo, empezó a acariciarme el bulto de los pantalones. Se dirigió a las pequeñas y les dijo que ellas continuaran arreglando el Belén. Se oían las voces y las risas cada vez más fuertes que llegaban del comedor, es de suponer que las bebidas hacían su efecto. Me llevó hasta el sofá. Me sentó a su lado, cubrimos medio cuerpo con una manta, con una mano sostenía el libro haciendo ver que leíamos sin dejar de apretarme la polla y sin dejar de sonreír tomó mi mano y la pasó bajo la manta colocándola entre sus muslos, llevaba una falda ancha con calcetines hasta la rodilla. - ¿Sabes ...
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