Bien caliente y bien domado
Fecha: 10/01/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: axel, Fuente: CuentoRelatos
Habiendo yo logrado un propósito harto difícil en una adolescente edad -como el de lograr abstenerme de toda práctica sexual incluida obviamente la masturbación-, luego de meses de "ostracismo", aquella noche caliente de primavera, salí hecho un verdadero tambo andante decidido a descargar toda esa acumulada lujuria, buscando la menor oportunidad que encontrase, con cualquier fémina que a esos efectos sirviera. Y entré -me acuerdo-, a un multitudinario baile allá cerca de un inmenso parque medio en las afueras casi, de la ciudad. Aquello, hervía de chicas a cuál de todas, más excitantemente hermosas. Mis ardores eróticos estaban en la cresta de la ola, y todo mi ser parecía querer cobrar candela en cualquier momento. Entonces, es cuando comienza en mi vida, a ocurrirme "aquello"; aquello, que fue como bisagra en mi sentir erótico, para el resto de mi vida. Una chica -muy hermosa y repleta de gracia-, comienza a acosarme, aprovechándose de que andaba en numerosísimo grupo con otras amigas, para desplegar sobre mí, esa cosa que muchas chicas suelen hacer de agarrar en esas circunstancias que las favorece, para acosar a un chico al que deciden acosarlo en diversión desaforada. En grupo venían y me atosigaban con empujones, manoseos y cosquillas, y huían a las carcajadas si yo quería entablar con ellas conversación, y, sobre todo, con aquélla la principal en toda esa organizada cosa de acosarme en constante jodienda. El nombre de la muchacha en cuestión: María. Inmediatamente ...
... lo supe, al oír cómo sus amigas la nombraron desde el comienzo. -"Basta, María!!!" -Le decía yo riéndome, y ella reía también conmigo. Pero su propósito, era decididamente fastidiarme de continuo, sin darme lugar a un respiro, ni menos aún, poder hablar siquiera un ratito con ella calmadamente. Sus amigas secuaces, la secundaban al pie de la letra. Por toda la inmensísima superficie de aquellos salones donde la fiesta se daba me perseguían acosándome de continuo, y yo iba y venía desesperado con todas ellas persiguiéndome en aquel acose, y cada vez que me alcanzaban, aquello era un mar de toqueteos y cosquillas, sin poder yo defenderme. María, no paraba de reír, y encendida y plena de un humor y gracia que la hacía más hermosa, me acosaba dirigiendo aquella descabellada jodita. Mucha gente ahí ya había captado esa onda entre nosotros, y hasta reían siguiendo las alternativas de aquel insólito hecho. En las pistas de baile, muchedumbres de parejas, bailaban. Toda aquella noche así nos la pasamos en esa hirviente jodienda donde yo era el centro de sus acosos, cuando repentinamente un apagón de electricidad oscureció totalmente el lugar, generándose una confusión y gritería asombrosa por tal situación, que había sido ocasionada por una insipiente tormenta que ya comenzaba, y que hizo suspenderse la fiesta, desparramándose todo el mundo hacia afuera, por lo que todo aquel gentío se marchaba ya de aquel baile. En aquella oscuridad absoluta sólo interrumpida por los resplandores de ...