Con un poco de imaginación
Fecha: 14/09/2017,
Categorías:
Control Mental,
Dominación
Autor: Rhadler, Fuente: CuentoRelatos
Mi nombre es Lucas, nunca pensé que mi historia sería conocida por nadie, ahora que me he atrevido a darla a conocer, debo empezar por admitir que todos los sucesos aquí narrados son 100% reales. Los nombres han sido cambiados por razones obvias. Nací en un pequeño pueblo cerca de Málaga, en el seno de una familia trabajadora. Quizás por ser el menor de cuadro hermanos, siempre fui muy tímido y no tuve mucha experiencia con las chicas. Desde pequeño admire la habilidad de mis hermanos para conocer gente, ser el alma de la fiesta y ligar con éxito. Ciertamente no vine al mundo con esas habilidades. Como fui siempre muy aplicado en los estudios, con mucho esfuerzo pude ganarme media beca para estudiar diseño en Madrid. Apenas llegué a la ciudad, me di cuenta que debía poner todo mi empeño por salir del cascaron y poder ganar un poco más de confianza en mi mismo, y atreverme de una vez por todas a interaccionar con el sexo opuesto. En el instituto las chicas eran muy distintas a las de mi pueblo, eran más atrevidas, más seguras y ciertamente, mucho más atractivas. Deseaba con ardor poder ligar con alguna de ellas y no seguir siendo un solitario. Pero como dice el refrán, a veces debes pensar muy bien que deseas, no vaya a ser que lo consigas. Una noche, me invitaron los amigos del instituto a dar una vuelta en el coche para introducirme en la movida madrileña. A pesar que no eran ni las ocho, ya los chicos estaban bien pasados de tragos. Pensaba que esa noche mi suerte podría ...
... mejorar un poco, pero no sabía que equivocado estaba. El chico que conducía estaba tan pasado de tragos que no vio un semáforo en rojo y un coche nos envistió a toda velocidad. Solo recuerdo ver nuestro coche dando vueltas como un trompo, cuando perdí el conocimiento y desperté en el hospital. -¿Que sucede? ¿Por qué me duele tanto la cabeza? -dije mientras escuchaba la voz del doctor, como si hablara desde un túnel. -Realmente tuvieron suerte, -dijo el médico-. Te diste un buen porrazo en la cabeza. La tomografía revelo una pequeña contusión, esperemos que no sea nada importante -agregó. Es mejor que ahora descanses y te dejemos bajo observación por unos días. Allí me di cuenta que tenía un gran hematoma en la cabeza. A pesar del vendaje podía sentir un bulto en la sien del lado izquierdo. A esas alturas, no podía afirmar que me sorprendiera mi mala suerte. Solo quería descansar y esperar que no tuviera ninguna consecuencia del accidente. Sin embargo, en este último punto no podía estar más equivocado. A la mañana siguiente una cálida voz me despertó, al mismo tiempo que una figura femenina abría las cortinas y dejaba pasar la luz del sol. Casi di un salto cuando conocí a Marta, la enfermera de mi piso. Realmente el hospital era feo y bastante cutre, pero a juzgar por Marta, el personal femenino parecía compensar con creces cualquier falta de belleza. Marta era una enfermera de unos 22 años, rubia y con unos penetrantes ojos verdes. A pesar de su uniforme se notaba a leguas ...