Desafío de galaxias (capitulo 60)
Fecha: 29/01/2018,
Categorías:
Grandes Series,
Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos
... concentrando en Dreylhan teóricamente para darles descanso. En ocasiones, Marisol pasaba por allí para visitarles y que sintieran su presencia. Le encantaba confraternizar con estos formidables soldados de dos metros, color rojo y cuatro brazos. Sabía que en poco tiempo, estos muchachos tendrían que intervenir y pelear contra otros maradonianos, entre los que habría familiares o amigos. Desde que salio de Kalinao tras el ataque corsario a Edyrme, no había podido pasar por Mandoria y ya estaba harta. A su amor solo la había podido ver una vez que visito la capital federal. No lo pensó dos veces, aviso al Fénix y partieron de inmediato. Llegaron con la noche cerrada y sin demora, se encaminó al dormitorio que compartía con Anahis. Entró con sigilo y se desvistió mientras veía su figura respirar pausada bajo el edredón. Se metió en la cama, la abrazo con cuidado para no asustarla y se quedó sorprendida: ¡tenía puesto un pijama! Anahis se dio la vuelta y la beso en los labios. —¿Qué mierda es está? —preguntó Marisol cuándo pudo— ¿Desde cuándo usas pijama? —Desde que me dejas sola y no duermes conmigo: cuándo tu no estás tengo frío. —Pues parece el pijama de mi abuela, que digo, ni mi abuela usaba estos pijamas. —Pero es calentito. ¿Por qué no me has avisado de tu llegada? ...
... —Quería darte una sorpresa, y me la he llevado yo. —¡Ya está la exagerada! —exclamó mientras se quitaba la parte superior y Marisol la despojaba de la inferior. Anahis se dejó hacer complacida y a los pocos segundos estaba gimiendo, y cuándo Marisol se sació, intercambiaron posiciones. Siguieron amándose hasta que las primeras luces de la mañana entraron por el ventanal de la estancia. —La próxima vez te vienes conmigo e Hirell que se quede aquí, —afirmó Marisol rotunda. —Ahora no te quejes, recuerda que te llevaste a Hirell, según tú, para que descansara de Marión. —La próxima vez que diga una gilipollez como esa, me das una colleja. —¡No!, prefiero darte un pescozón. —¡Eh! Sigues avanzando con el español. —Por tu culpa: como no follo contigo, tengo más tiempo libre. —Pues si quieres me vuelvo a ir para que termines sus estudios, —sin pensarlo, Anahis la propino un pescozón que resonó en toda la estancia. —¡Pero!, ¿qué haces? —preguntó Marisol frotándose el cogote—. ¡Qué daño! —Lo que tú me has dicho… y no seas quejita, que no te he dado tan fuerte. —¡Joder que no! Si se ha oído en todo el palacio, seguro que tengo el cogote rojo. —¡Qué exagerada! —exclamó Anahis abrazándola— ¡Anda! ven que te hago: sana, sana, colita de rana. —Bueno vale, —y sus labios volvieron a encontrarse.