1. Heil mama (Cap. 1)


    Fecha: 10/02/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... llaman ahora) nos chupase la polla, metérsela entre las tetas si las tenían grandes o darles bien por el culo. Fonso era el único que les follaba el coño, siempre sin condón, y siempre se corría dentro. Para él era una especie de ritual, algo casi religioso. Siempre le decíamos que el día menos pensado le iban a contagiar algo pero al muy tarado le daba igual. —No soy... puta —dijo la mujer, con un hilo de voz. Tenía acento caribeño, seguramente cubano. —¿Qué has dicho? —pregunté yo, acercando mi oreja a su cara tanto como pude. En ese momento el dios de los skinheads, si es que existe tal aberración espiritual, nos hizo un favor. Pasamos junto a uno de los muchos callejones solitarios y apestosos que había en aquella parte del barrio. Como si se comunicasen por telepatía, Román y Chechu agarraron a la mujer, cada uno por un brazo, la metieron en el callejón y la estamparon contra un muro, tan fuerte que se le escapó el aire de los pulmones y sus pechos temblaron como grandes flanes de café. Antes de que pudiese reunir fuerzas para gritar, la navaja automática de Román estaba pegada a su cuello. El brillante metal contrastaba de forma siniestra contra la piel oscura. Incluso en aquella época, no me gustaba que Román sacase la navaja. No porque me preocupase la seguridad de nuestras presas, sino porque era algo más propio de quinquis y gitanos. Aunque debía reconocer que era efectiva. En cuanto la cubana sintió el frío acero cerca de la yugular se le pasaron las ganas de ...
    ... gritar. La humedad de sus ojos se desbordó y dos lagrimones rodaron por las redondas mejillas. También se le aflojaron los dedos y sus bolsas cayeron al suelo. Un par de naranjas y una cebolla rodaron por el sucio callejón. —A mi no me engañas —dijo Román, con la boca muy cerca de su cara. Una mano sujetando la navaja contra su cuello mientras con la otra le magreaba una teta muy despacio —. Lo único que sabéis hacer vosotras es comer pollas y limpiar. Así que, o te agachas y nos la comes a los cuatro o limpias este puto callejón con la lengua. Tú eliges. Tenía tanto miedo que no le salía la voz del cuerpo. Solo sollozaba y movía los ojos, abiertos como platos, para mirarnos a los cuatro. A mi ya se me había puesto dura solo de pensar en meterla en aquella boca grande de labios carnosos que parecía hecha para chupar. Miré a mis compañeros y reparé en la sonrisa cruel de Fonso. Antes he dicho que era un tarado, pero la verdad es que Alfonso era un psicópata de manual. En ese tipo de situaciones, cuando teníamos una presa a nuestra merced, era especialmente creativo y peligroso. Muchas veces teníamos que disuadirle de poner en práctica ideas propias de un asesino en serie como los que salen en las películas. Esa tarde, sin embargo, Fonso estuvo bastante comedido. Se inclinó hacia una de las bolsas, sacó una banana de buen tamaño y la movió frente al rostro de la mujer, brillante por las lágrimas y el sudor. —A lo mejor es que de repente se le ha olvidado como se hace. ¿Por qué no le ...
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