Heil mama (Cap. 1)
Fecha: 10/02/2018,
Categorías:
Incesto
No Consentido
Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos
... sentido. Sabía que había curas negros, desde luego, pero dudaba que alguno tuviese aquella pinta. Cuando por fin recuperó la compostura, Román dio un pequeño paso adelante e increpó al extraño. —¡Eh! ¿Por qué no te metes en tus asuntos? —le ladró. —Estos son mis asuntos —dijo la imponente voz de bajo. Dicho esto, el tipo se dio media vuelta, pasó el brazo sobre los hombros de nuestra presa perdida en actitud cariñosa y protectora y se la llevó de allí tranquilamente, dejándonos plantados en el sitio con cara de idiotas. Es decir, con más cara de idiotas de lo habitual. —Bah, que se joda —dijo Román, sacudiéndose la bomber —. ¡Puto gorila! Ya lo pillaremos otro día y le enseñaremos a respetar a sus amos. Y si quiere a esa vieja gorda toda para él. —¡Sí, que se jodan! De todas formas era tan fea que no habría podido ni ponernos el rabo duro —añadió Chechu, a quien a pesar del sobresalto aún se le marcaba la erección en los pantalones. El cabronazo del chándal nos había jodido la tarde. Lo de la mamada en el fondo nos daba igual. Podíamos ir al parque de las putas y obligar a otra. O pagar a un par de fulanas españolas como Dios manda, porque aunque no éramos millonarios andábamos bien de dinero y nos lo podíamos permitir. Lo que nos sacaba de quicio era habernos achantado ante un puto negrata. Por muy grande que fuese, solo era uno y nosotros cuatro, ¡y de una raza superior, joder! Caminamos durante un rato inventado excusas para nuestra cobardía y finalmente cada uno se fue a ...
... su casa antes del anochecer, avergonzados, cabreados y aún un poco cachondos. Diez minutos después llegué el piso donde vivíamos mi madre y yo. Era bastante grande para aquel barrio, con tres dormitorios y dos baños, sin grandes lujos pero bien amueblado y siempre limpio como una patena. Los muebles eran anticuados, y en las paredes y estanterías abundaban los adornos religiosos y patrióticos: crucifijos, una pequeña bandera española con su pequeño mástil, imágenes de la Virgen María, una miniatura de El Valle de Los Caídos... En fin, elementos que mezclaban el fervor religioso de mi madre y el apasionado patriotismo de mi difunto padre. Entré a la cocina, donde mamá estaba preparando la cena. Me acerqué y le di un beso en la mejilla, cosa que no hacía tan a menudo como debiera, pero esa tarde estaba frustrado y un poco deprimido y necesitaba la calidez y el amor incondicional que solo ella podía darme. Tuve que agacharme un poco, pues mi madre medía poco más de metro sesenta. Tenía 37 años (se había casado muy joven, cosa habitual en una familia tan chapada a la antigua como la suya), aunque su austera forma de vestir y el recatado moño con que se recogía el pelo la hacían parecer mayor. Aunque ya no llevaba luto por mi padre, aún vestía con colores oscuros, faldas por debajo de la rodilla y poco o ningún escote. Se llamaba Purificación, aunque todo el mundo la llamaba Puri, e incluso doña Puri, cosa que no le pegaba siendo aún tan joven. —Qué temprano vienes hoy —comentó. ...