El negro Gerardo y yo
Fecha: 15/02/2018,
Categorías:
Bisexuales
Sexo Interracial
Autor: SELENE KONTAKT, Fuente: CuentoRelatos
Conocí a Gerardo hace ya varios años. Yo tenía entonces alrededor de 30 años y él tenía la misma edad o quizás un poco más. Gerardo era un hombre negro, alto, medía 1.85 metros, bien formado, apuesto. Su biotipo era de un mandingo africano, que llama la atención de inmediato. A su lado, yo era chiquita. Medía 1.60 metros. Eso sí bien formada, trigueña clara, cien por ciento lampiña, con un hermosos pompis, grande y carnoso. A Gerardo lo conocí un día que pase por la Plaza San Martín, después de tomar unos tragos con los amigos del trabajo. Fue a fines de los años noventa. Él, por entonces, hacía de “flete”. Se paraba en la acera de la plaza donde, años después, se instaló “El Estadio”, para ser “levantado” por travestis o chicos pasivos. Yo no frecuentaba ese lugar, pero esa noche los tragos me llevaron por ahí y tuve la suerte de conocerlo. Recuerdo bien la primera vez que conversamos. Eran alrededor de la 1 de la mañana. Lo vi parado en una de las columnas y él me devolvió la mirada. Me dijo hola y yo le respondí el saludo. Así fue que comenzamos a hablar. Yo estaba nervioso, pero también emocionado de hablar con un hombre así. No lo habría hecho si no estuviera en tragos. Él lo notó y trato de darme confianza. Luego de unos minutos de conversación, sentados en una de las puertas, que a esa hora ya permanecían cerradas, me dijo para ir a un hotel que quedaba a la vuelta. No recuerdo exactamente cuánto me cobró, pero luego supe que era menos de lo que solía cobrar, porque ...
... entonces él ya se había fijado en mí de otra manera y no me veía como un cliente. La primera vez que estuvimos no fue la mejor noche que pasamos juntos, porque yo estaba nerviosa y él, aunque más experimentado en estas lides, no podía desprenderse de buenas a primeras de su rol de “flete”. Mis recuerdos son vagos de aquella noche; pero, pese a estas limitaciones, fue una noche maravillosa, de la que guardo un hermoso recuerdo. Me viene a la memoria que entramos a un hotel que estaba a dos cuadras de la Plaza San Martín. Ahí alquilamos una habitación y, dentro, ambos nos desnudamos. Me sorprendió que él, al verme desnuda, comenzara a besar mis pechos. Ese solo hecho me puso al límite. Gerardo tenía unos labios gruesos, propios de su raza, que cuando rozaban mi piel me hacían encender toda. Y él sabía usar sus labios. Sabía besarme lentamente, con paciencia, subiendo y bajando de mi cuerpo. Era hermoso realmente. Trasmitía un calor inolvidable que me sobreexcitaba. Sus labios los sentía mejor besando cualquier parte de mi cuerpo que en mi boca. Por supuesto que, de rato en rato, subía y besaba mi boca, lo que se sentía delicioso, pera cada vez que bajaba y recorría mi cuerpo simplemente me ponía en el cielo. Fue así que me preparó para él y, luego de besar cada parte de mi cuerpo, se concentró en mi pompis, mordió mis nalgas, luego beso cada una de ella y, cuando creí que ya había llegado al límite, me hizo un beso negro maravilloso, poniendo toda su lengua dentro de mí, para ...