El fetiche de mis bragas olorosas
Fecha: 21/02/2018,
Categorías:
Fetichismo
Infidelidad
Autor: chicapervertida, Fuente: CuentoRelatos
¿Sabéis lo que es un fetiche? Podéis investigar lo que queráis, pero si no tienes un fetiche muy difícilmente podrás entender su magia, su hechizo, la secreta fascinación que nos produce, el incesante estímulo que representa, la agonizante sumisión que nos supone y el obsesivo placer que nos promete. No sé por qué pero yo soy una mujer con muchos fetiches y esto es algo que me hace diferente a la mayoría; así que no sé si es una suerte o es una condena. Supongo que tendréis que juzgar vosotros. Quienes conocen el clima de Sevilla saben que la primavera es una estación que apenas se siente. Es como una epifanía climática. No hemos terminado de salir de mayo cuando ya la temperatura remonta los 35 grados centígrados y, aunque calor comienza a sofocar lo cotidiano, con su arribo llega también un ánimo lujurioso, una disposición especial a la pasión y al erotismo. En esas estaba yo el viernes pasado, sofocada y sudorosa, soportando apenas el sopor de la tarde en mi cubículo de la oficina. No valía de nada el aire acondicionado, tampoco que llevaba poca ropa; bueno, mejor dicho, ropa ligera. El calor se colaba por las rendijas e iba abriéndose paso, como un genio lujurioso por entre el espacio bañado del oro inmaculado del sol de la tarde. Allí estaba yo, su presa, expuesta a su efluvio y como resultado, sentía como los poros de mi cuerpo se dilataban al unísono para expedir aromáticas gotas de sudor. Yo no era la única, a mi lado Ester, mi compañera de trabajo, se quejaba a cada ...
... instante de lo inclemente del clima. «¡Ya esto no se aguanta –comentó con desespero-, no veo la hora de irnos a por unas cañas». No más lo mencionó yo comencé a fantasear con la cerveza helada saliendo del grifo y cayendo lentamente al fondo de los vasos, reventando en espuma refrescante e inundando con su frescor la jarras de vidrio cubiertas de un glaseado invernal. ¡Qué mejor forma de afrontar el calor! No lo pensamos dos veces. Abandonamos el trabajo y nos fuimos directo al bar más cercano. Nos sentamos en la terraza y una tras otra comenzaron a pasar las rondas de cerveza. Fue maravilloso. La tarde era diáfana y las calles estaban repletas de gentes que iban y venían por doquier, gente que en su mayoría eran extranjeros que recorren la ciudad, ávidos de aventuras y de experiencias. Pronto se nos unieron otras amigas y nos abandonamos a la tertulia. Ester, mi colega, bebía y fumaba sin tregua, alternando los tragos con sus comentarios histriónicos que nos hacían partirnos de la risa. Es una mujer maravillosa, una de esas andaluzas de cepa que hablan con desparpajo y no tienen ni una pizca de vergüenza. Su belleza es soberbia, pero más que bella, es una mujer con una sensualidad perturbadora. Como podréis imaginar, desde que la vi he tenido un montón de fantasías con ella. Muchas veces me encuentro en el trabajo conversando con ella de algún tema importante y me quedo absorta oyéndola hablar y deseando secretamente morderle la boca; esos labios protuberantes que enmarcan ...