Móviles - 4
Fecha: 17/09/2017,
Categorías:
Dominación
Autor: perrofiel, Fuente: CuentoRelatos
... decente en tus círculos más personales, una sumisa salías, salida en los más íntimos, que es éste - vuelve a asentir -. Haz lo que te he dicho y tú flor, permanece así hasta nuevo aviso y cuidado de no ser descubierto por tu otra compañera, jejeje. Laura coge su móvil, cierra la video conferencia. Noto que su expresión ya no es tan acusadora, ojos encendidos, supongo que de pasión, de calentura. Mi mirada es de sumisión, de entrega y sin decirnos nada nos ponemos a hacer lo que nos ha pedido mi Ama y las tareas del trabajo. Me mantengo pendiente de la puerta, en guardia constantemente por mantener la compostura, no ya por quién pueda asomarse a ella, que también, si no por ser capaz de articular una frase con sentido, incluso delante de Laura, ahora conocedora del jefe que tiene, de lo que abrigo en mi y de a quien se lo entrego. Después de todo la mañana está siendo tranquila, como otras tantas. Hasta que oigo la puerta cerrarse. Ya no sé quién ha salido, me mantengo inmóvil en mi silla por el riesgo de que me vean, latiendo sin cesar la vergüenza constante que siento, pero temeroso de que todavía sea más humillante. Recuerdo la escena de esta misma mañana, delante de Laura, con mi Ama observándolo todo, convencido de que lo hacía para conocer los límites, sobre todo de mi compañera. Levantarme delante de las dos, desnudo de medio cuerpo hacia abajo, camisa y corbata cubriendo el cuerpo dejando adivinar los huevecillos y la pollita, tomados por la pulsera mitad metal ...
... rígido, mitad finos cordones dorados por los que pasan margaritas pequeñas de diferente tamaño, decorando los miembros que pertenecen a mi Ama, cogidos por y para Ella. El momento en que me sé mirado por Laura, examinado de arriba a abajo, sacando no sé qué conclusiones aparte de las que había dicho, sincera aunque no completa, evaluando la situación, igual que hacía mi Ama, igual que había hecho yo mismo, allí de pie, rebajado mediante la exhibición a la que estaba sometido y, ¿por qué no reconocerlo?, agradecido por cuanto estaba recibiendo, por el orgullo de estar presente en sus decisiones. Hasta que de repente oigo unos azotes que me sacan de mis pensamientos. Ocho en total, espaciados unos brevísimos segundos en tandas. Me tranquiliza saber que no se habría oído de estar los tres en la oficina. Imagino la escena, mi compañera inclinada sobre la mesa, la falda a la altura de la cintura, braguitas bajas ofreciendo las nalgas y la mano levantada y bajada rápidamente para darse cada uno de los ocho azotes. - ¿Se han oído mucho? - pregunta Laura. Entiendo su preocupación, su interés en saber. Doy por hecho que es la primera vez que lo hace y todas las incertidumbres le están invadiendo. - Lo suficiente. Sé que es una pregunta tonta, pero ¿por qué lo has hecho? - La Señora estaba esperando que nos quedásemos solos para hacerlo. Sabe que el sonido que te llega te va a gustar. Quiere saber si estás duro. Sin duda la expresión es de Ella. Nos maneja a los dos y mi único deseo es ...