A la orilla de la carretera
Fecha: 28/02/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos
Ha pasado ya dos meses desde aquel incidente, y en mi interior hay una tormenta de sentimientos y pensamientos. Escribo esto, aquí en el hospital, tratando de calmar un poco mi sentir, a la vez que trato de ordenar mis pensamientos, que hasta ahora han sido una total borrasca desde lo sucedido. Pero bien, comencemos desde el principio. Una vez al mes llevo a mis hijas a visitar a su padre. Él y yo nos separamos hace tres años. Ignacio, desde que nos divorciamos, vive con otra mujer en la capital del país, mientras que yo vivo con mis hijas en la provincia. Mis dos hijas y yo nos quedamos varadas a mitad de carretera cuando las llevaba con su padre. Yo, sin saber de mecánica, no pude hacer otra cosa cuando el auto comenzó a fallar que orillarme y esperar a que algún automovilista nos brindara su ayuda, pues ni señal de celular tenía en aquel solitario lugar. Tras varios minutos sin ver a nadie, traté de calmar a mis impacientes hijas que me ponían aún más nerviosa. Abrí el cofre tratando de hallar el problema, aunque sin saber siquiera qué buscar. Estaba yo desesperada, cuando de pronto vi detenerse por fin una vieja camioneta. Del vehículo bajó un hombre de treinta y tantos años de aspecto rudo y sucio. Aquel tipo me preguntó si tenía un problema y le expliqué que el coche había comenzado a desacelerar y a sacar mucho humo negro antes de dejarnos ahí paradas. Fue en ese momento que noté un particular brillo en sus ojos al mirar a mis dos hijas adolecentes que aún estaban ...
... dentro del auto. Él se asomó al motor y con desplante condescendiente me dijo que lo podía arreglar pero que necesitaba de mi ayuda. Me pidió que lo acompañara a la parte trasera de su camioneta la cual tenía adaptada una cabina tipo camper. Pensé que iría por herramientas para arreglar mi auto pero tras abrir la puerta me empujó al interior y prácticamente me tiró en el suelo. El hombre me amenazó con hacerles algo a mis hijas si yo no cooperaba y comenzó a estrujar mis pechos aún sobre la ropa. Después me subió la blusa y violentamente retiró mi sostén dejando que mis senos colgaran libremente. —Qué hermosos pezones tienes —dijo a la vez que los pellizcaba con sus toscos dedos mientras que su mirada endemoniada recorría con ansiedad todo mi cuerpo. Yo estaba a punto de gritar, pero pensé rápidamente y me contuve, era obvio que en aquel apartado lugar nadie vendría en mi ayuda y mis hijas correrían un gran peligro si, al escucharme, acudían en mi auxilio. No me dejé llevar por el pánico. El calor en el interior de esa cabina era sofocante, el olor que emanaba de aquel salvaje ser me asfixiaba. Sujetó con ambas manos mis dos tetas desnudas y una después de otra se las metió a la boca exprimiéndomelas y mamándolas. Su succión era tan poderosa que me dolía. Mis pezones quedaron lastimados tras de aquel inmisericorde ataque por lo que hice un enorme esfuerzo por no chillar. Con lujo de violencia acabó por desnudarme. Una vez vio mi sexo al descubierto, metió su cabeza entre mis ...