Con el carpintero y su ayudante...
Fecha: 01/03/2018,
Categorías:
Gays
Voyerismo
Autor: renovatio111, Fuente: xHamster
... nalgas. Juan gimió al rozarle el ano con el tronco duro y largo de mi verga.Que me trague su leche – continuó Juan, alzando ligeramente las nalgas según me di cuenta – y que lo haga siempre que él me lo ordene.Y que más? – dije mientras lo rodeaba con mis brazos, encontrando su pecho lampiño, coronado por dos morenas tetillas que pellizqué mañosamente, haciéndole gemir de placer.Pues que me deje meter un dedo en el agujerito del culo – confesó Juan con mucha mas vergüenza en la voz, con los dientes apretados para no revelar lo mucho que le gustaba lo que le hacía a sus pezones en aquel momento.Un dedo nada mas? – le pregunté mientras continuaba retorciéndole las tetillas y acomodaba la punta de mi verga en su ano, ahora húmedo y acalorado con tanto roce.A veces dos – contestó Juan, gimiendo ya descontrolado.Y te encanta – le recordé, presionando para entonces la punta de mi verga sobre su esfínter, que comenzó a ceder poco a poco.Sí – aceptó Juan, empujando las caderas hacia mí, logrando que su apretado anillo posterior terminara cediendo a la presión.Mi verga entró suavemente, engullida por su ano, y ambos contuvimos la respiración.No siga, patrón – pidió Juan, mejillas sudorosas pegadas a la pared, pero por supuesto no quise ni pude hacerle caso.El resto de mi verga comenzó a deslizarse en su interior y jadeantes, ambos temblamos de placer. El resto fue igual o más delicioso todavía. Juan se doblegó, acostumbrado a complacer y terminó empinándose completamente, ...
... dejándome libre acceso a su culo y su interior. Lo que empezó suavemente terminó volviéndose una ruda y salvaje cogida, donde a veces era yo el que le pedía más fuerza a aquellas nalgas preciosas e incansables, y a veces era él el que me pedía que lo montara con mayor vigor, obligándome a arreciar mis arremetidas, hasta que ni uno ni otro pudimos contenernos y terminamos en un cálido intercambio de gritos de placer que nos dejó a ambos exhaustos y contrariados.Gracias por todo, Juan – le dije sinceramente luego de recuperar algo de la compostura y dignidad disminuidas.No tiene de qué, patrón – dijo mansamente, con los ojos bajos.Tu y yo sabemos que esto no volverá a ocurrir – le dije, y él asintió.Sí, patrón, como usted ordene – aceptó.Pero me equivoqué, por supuesto, porque aunque durante días traté de mantenerme al margen de la perversa relación que había entre Sebas y Juan, el deseo, ese oscuro demonio que todos tenemos dentro, terminó sorprendiéndome una vez más.Para entonces habían pasado ya un poco más de dos semanas. El trabajo estaba prácticamente concluido, y debo aceptar que tanto Sebas como Juan habían hecho una labor estupenda. En señal de agradecimiento había decidido invitarles una buena comida, pero terminamos comprando bastante cerveza y algunas botanas, y comenzamos a festejar desde temprano. Sobra decir que para la tarde los tres estábamos ya algo achispados, y aunque no puedo culpar al alcohol solamente, si ayudó bastante para que sucediera lo que finalmente ...