Bragas, maravillosas bragas
Fecha: 09/03/2018,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... compra directa en la tienda. Por tanto, decidí ampliar mi vestuario femenino acudiendo personalmente a su adquisición. Y lo hice en unos grandes almacenes; el trato de las dependientas me resultaba excitante. Con algunas tenía la sensación de que me estaban ofreciendo los productos sabiendo que eran para mí, cosa evidentemente cierta, indicándome la comodidad de unas bragas, la provocación de un sujetador, y mirando mi cuerpo a la hora de determinar una talla. Si todo esto me era emocionante, me motivaba mucho más acudir a los stands en donde se acumulaban las distintas prendas en las rebajas o en las secciones de oportunidades. Verme rodeado de otras mujeres rebuscando entre las bragas, mirando las tallas, estirando las prendas para ver como podrían quedar, me producía tal placer, que poco me faltaba para tener un orgasmo. Comprar una faja de las de siempre, o un inmenso sujetador de contención, lo que denotaba que la compra no iba a ser para un sutil regalo a una mujer, acentuaba aún más mi sensación de placer. Recuerdo a una dependienta con la que coincidí varias veces en la misma sección de oportunidades; estoy convencido que sabía que yo era el usuario de todas aquellas prendas que compraba. Nunca quise descubrir directamente mis intenciones, pero si me gustaba pensar que quien me atendía sabía o intuía que lo que me llevaba lo iba a utilizar yo. También entré en lencerías, donde el trato es más directo que en unos grandes almacenes. Al conocer a la que hoy es mi ...
... mujer, me deshice de toda mi colección de ropa femenina. Salvo algunas debilidades puntuales, con la compra y posterior desaparición de diversas prendas, llevé un nuevo periodo de latencia que desembocó en otra etapa de fuerte intensidad emocional: la de contactar con otros hombres con mis mismos gustos. Utilizando las secciones de relaciones personales de algún medio de comunicación, me llevé una gran sorpresa al observar la gran cantidad de gente con mis mismas afinidades. Fueron unos momentos peligrosos, pues rompía con el secretismo de mi afición, y lo compartía con terceros, rompiendo así mi intimidad. La mayoría de los contactos fueron simplemente telefónicos, llenos de morbo, concertando una cita que en la mayoría de los casos no llegó a realizarse. Pero hubo otros que sí, en los que me atreví a dar el salto y pasar del fetichismo a la homosexualidad. No fueron experiencias todo lo placenteras de lo que hubiese esperado; la bisoñería de las personas contactadas como la mía propia, trajo consigo una relación efímera, con una intensidad que concluía cuando se consumaba el orgasmo. Tan sólo de una ocasión, en la que constituimos un trío, conservo un recuerdo placentero. Uno de los componentes, un peruano muy joven, nos hizo una demostración de transformismo, convirtiéndose en una delicada mujer ante nuestros ojos. Llegué a la conclusión de que por mucho que me vistiese de mujer, nunca alcanzaría el grado de feminidad que alcanzó aquel jovencito en ese preciso momento, y que ...