Qué pasaría si... El Brujo Escarlata (2/3) - Relatos Eróticos

Qué pasaría si... El Brujo Escarlata (2/3)

... la verja del complejo y aminoró la marcha para ir tras él a diez por hora. No se giró hasta que empezó a pitarle. Clint conducía el coche, y el Capitán iba en el asiento del acompañante. Bajaron las ventanillas.

—¿A dónde vas? —le preguntó Clint.

Él no contestó siguió andando, y ellos le siguieron, tranquilamente.

—El camino a la ciudad es bastante largo —comentó el Capitán.

—Estaré bien, puedo volar. Me las apañaré.

Escuchó que Clint se reía y decía «se las apañará…claro». Pero se esforzó por no hacerles caso y seguir andando. Además, ni si quiera quería llegar a la ciudad, en cuanto lo tuviera claro pensaba salir volando de ahí a cualquier sitio lejano, o mejor aún, teletransportarse.

—¿Qué planes tienes ahora? —le preguntó el Capitán— ¿Qué piensas hacer?

—Lo estoy pensando —replicó él sin dejar de andar.

—Nosotros estábamos pensando en ir a la granja de mi familia —dijo Clint—, para relajarnos —dijo Clint y se calló esperando su respuesta, pero Max siguió andando—. Venga, deja de hacer el tonto y sube. Puedes quedarte con nosotros, a mis críos les llegara la boca al suelo cuando hagas flotar los cojines del sofá, y puedes ayudar a Laura a limpiar la casa.

Los críos y la mujer. Genial. Otro recordatorio de que había jodido a una familia por haber perdido el control, estupendo.

Clint dio un frenazo al coche y rápido como el rayo se quitó el cinturón y salió del coche a toda pastilla para interceptar a Max y plantarse delante de él ...

... interrumpiendo su avance.

—Oye, deja de ser un testarudo hijo de puta y escúchanos ¿vale? —dijo, fuera de bromas, mirándolo muy seriamente—. ¿Te acuerdas de Natasha? Para ella, nosotros, todos nosotros, éramos su familia, y somos tu familia. Y en esta familia no dejamos tirado a nadie —dijo, mirándolo fijamente—. Así que deja de ser un puto grano en el culo, chico, y sube al coche.

Max no pudo decir que no.

En cuanto el coche volvió a enfilar la carretera, Clint subió la velocidad a los noventa por hora; Max iba en el asiento de atrás.

—¡Clint! —exclamó el Capitán cuando la velocidad llegó a los ciento cincuenta—. Me gustaría llegar a la ciudad de una pieza.

—Vamos capitán —dijo Clint alzando la voz para que se le oyera por encima del motor del coche, acelerando aún más—. Hay que aprovechar la ocasión.

—Eso si llegamos.

En el asiento de atrás Max no pudo contener una sonrisa, y, fue solo durante un segundo, pero cuando miró al espejo retrovisor le pareció ver que Clint le devolvía la mirada.

Tenía que admitir que aquello era mejor que estar solo. El coche aceleró aún más y el Capitán lanzó otra exclamación. Y un rato poco después empezó la guerra de Max y Clint por la radio del coche.

*---*

Durante buena parte del trayecto Clint no bajó de los ciento cincuenta por hora porque la carretera estaba desierta, o casi, pero cuanto empezaron a acercarse la ciudad y le tocó bajar la velocidad.

—¿Cómo es posible que tengas carnet de conducir, Clint? —preguntó el ...