1. Una noche para recordar


    Fecha: 18/05/2024, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Carmen Van Der Does, Fuente: TodoRelatos

    Era una cálida noche de verano, Hans y yo estuvimos disfrutando de una cena en un elegante restaurante con vistas al mar en el sur de Tenerife. La brisa marina nos acariciaba mientras brindábamos con un vinito de Ribera del Duero. Entre risas y miradas cómplices, la tensión entre nosotros fue en aumento.
    
    Después de la cena, fuimos a dar un paseo por la playa de La Tejita iluminada por la luz de la luna. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla creaba un ambiente mágico y enigmático. Me detuve y me giré hacia Hans; sus ojos brillaban con deseo.
    
    Sin decir una palabra, Hans me atrajo hacia él y me besó con pasión. Sus labios se fundieron en un beso cargado de deseo. Sus manos recorrieron parte de mi espalda desnuda, la que dejaba al aire el inmenso escote trasero de mi vestido ibicenco. Me dejé llevar por la intensidad del momento, sintiendo cómo mi cuerpo se estremecía con cada caricia de Hans, y como su miembro me demostraba lo contento que estaba por estar conmigo aquella noche.
    
    Entre susurros y gemidos entrecortados, nos desnudamos y nos adentramos en el mar. El agua tibia acarició nuestros cuerpos desnudos, dándonos una sensación de libertad y excitación. Hans me cogió en sus brazos y yo le rodeé con mis piernas, me llevó más adentro, donde el vaivén de las olas nos hizo sentir como si estuviéramos en un mundo aparte.
    
    La complicidad y la pasión entre nosotros se intensificó con cada instante que pasábamos juntos. Nuestros cuerpos se fundieron en ...
    ... un baile sensual y erótico, explorando cada rincón de nuestra piel con devoción. El deseo nos consumió, convirtiendo la noche en un torbellino de sensaciones intensas y placenteras. Su miembro se abrió paso dentro de mí, sus manos apretaron mis nalgas y comenzamos un baile frenético. Si más agarre que su cuello y mis piernas entrelazadas en su cadera, sus embestidas me dieron un placer enorme. En la soledad de la noche y con el rumor del mar como música de fondo, nuestros gemidos y gritos de placer quedaron atenuados. Recibí una descarga cálida en mi interior acompañada de un gruñido de placer. Pero como si Hans intuyera que no me quedé del todo satisfecha, sin soltarme en volandas, salió del mar. Justo en la orilla, donde rompían las suaves olas, Hans me soltó dejándome a cuatro patas. Se situó detrás de mi encarando su pene en la entrada de mi vagina. ¡Dios mío! Que dulce vaivén. Pero Hans es de emociones fuertes, y fue incrementando la intensidad de su baile. Pero cuando creí que su danza febril iba a terminar, no dudó en sacar su miembro y poseerme analmente. Al principio el dolor y el placer se mezclaron a la par, pero pasado unos instantes quedó más de lo segundo. Y así fue hasta que esa corriente eléctrica que acompaña al orgasmo, se vio acompañada de una cálida eyaculación.
    
    Finalmente, exhaustos y saciados, nos abrazamos con ternura mientras contemplamos el horizonte. El silencio cómplice entre nosotros fue la única música que necesitamos en ese momento. Sabíamos ...
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