1. Mariel, mi madrastra puta


    Fecha: 21/03/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    1 Cuando papá me presentó a Mariel no me gustó ni un poquito. Era mucho más joven que él, de veintitantos años. Podía ser mi hermana más que mi madrastra. Además, era tan linda que estaba seguro de que le traería problemas al pobre viejo. Desde que mamá murió, papá se sumió en una depresión de la que tardó en salir más de tres años. Yo tuve que hacerme cargo de los gastos de la casa, ya que él no tenía ánimos ni para salir a la calle. Pero con la ayuda de un psiquiatra y un psicólogo, de a poco, fue encontrando de nuevo el sentido a la vida. Yo me alegré muchísimo cuando me dijo que volvía al trabajo. Siempre temí encontrarlo un día colgado de una soga. Pero esos tiempos quedaron atrás, y si bien en su actitud persistían unas formas melancólicas, no se comparaban con la depresión que sufrió antes. Pero entonces apareció Mariel, y todo cambió. Al principio era todo color de rosas. Parecían dos adolescentes enamorados (aunque de hecho ella no estaba lejos de serlo). Papá comenzó a vestirse como un pibe, salía con ella todos los fines de semana a cenar afuera, le compraba toda la ropa que le pedía, y más. Básicamente le cumplía todos sus caprichos. Pero a mí no me terminaba de cerrar mi nueva madrastra. No tenía ninguna virtud: no era inteligente (aunque tampoco tonta), no era solidaria (maltrataba a las personas que pedían limosnas en la calle), y no tenía otro interés que el de verse bonita. Y eso era probablemente lo único que tenia de bueno. Era linda. Y sexy. Era una ...
    ... morocha de pelo negro azabache, con una cara ovalada muy peculiar y atractiva. Yo mismo la miraba con ganas, antes de que se juntara con mi viejo, cuando la veía por el barrio, y más de una vez le dije algún piropo que ella fingía no escuchar. Entendía a mi viejo. Para un tipo de cincuenta años que hace años no cogía, una mina como esa resultaba irresistible. Pero lo que no entendía era qué veía ella en el viejo. El pobre era petiso y feo, además de ser ya muy grande. No me quedó otra que pensar que Mariel estaba con él por interés. Y no es que mi viejo sea un tipo con plata, ni mucho menos. Pero para las zorras como Mariel, un hombre con casa y auto propios, y un trabajo estable, era todo un sueño. Durante bastante tiempo fingí cordialidad hacia ella. Al fin y al cabo, el viejo era feliz. Ella venía casi todos los días, y a los pocos meses de salir con papá, fue trayendo cada vez más cosas suyas a nuestra casa, y sin darme cuenta ya estaba viviendo bajo el mismo techo que mi nueva madrastra. Mariel trataba de caerme simpática. Pero yo le hablaba lo justo y necesario. Solía cebarme mate a la mañana, y a veces hacía la cena. Tengo que reconocer que me trataba bien, siempre me preguntaba cómo iban mis cosas, y se preocupaba si le contaba que tuve algún percance. De todas maneras, yo mantuve mi conducta hosca, cosa que ella atribuía a mi personalidad. Es decir, Mariel creía que era así de seco y callado con todo el mundo, cosa que de hecho era cierto. Pero la diferencia era que ella ...
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