1. ¡Qué puta es la guerra! (Kiev)


    Fecha: 27/04/2025, Categorías: No Consentido Autor: TheEvilAngel, Fuente: CuentoRelatos

    ... Sonia.
    
    Una vez en el interior se sentó en la cama con la mirada recorriendo las paredes hasta que encontró lo que buscaba, una lampara de aceite.
    
    -“Tú, la de las tetazas, coge esa lampara, derrama un poco de aceite en tus manos, y frótate los pechos, voy a necesitar que resbalen un poco. Anastasia, como un autómata, obedeció las órdenes del oficial, dejando sus ‘montañas de carne’ con un brillo muy tentador. Una vez cumplida la orden, se arrodilló frente a Dimitri ofreciendo sus pechos con las manos. Dimitri, que tenía su miembro duro como una roca, lo colocó entre los pechos de Anastasia, y la ordenó que lo frotara con ellos.
    
    El oficial quedó sorprendido con la suavidad de los pechos de Anastasia, solo había visto pechos de ese tamaño en los prostíbulos de Donetsk, y ninguno igualaba la suavidad natural de los senos de la joven Anastasia. Naturalmente, no tardó en eyacular, regando el dulce rostro de la joven. Lo que el cruel oficial nunca soñó es que su hermana limpiara con su lengua su rostro manchado, hasta dejarlo completamente limpio. Ambas jóvenes creyeron que su humillación había terminado, pero el miembro de Dimitri al ver como se limpiaban las hermanas volvió a endurecerse, y decidió que había llegado el momento de penetrarlas.
    
    -¿Sois vírgenes? Preguntó rudamente.
    
    -¡Sí, lo somos, nunca hemos ...
    ... yacido con un hombre!
    
    -Pues si no os puedo penetrar por un agujero, tendrá que ser por el otro.
    
    -¿Qué otro agujero? Preguntaron, nosotras solo tenemos uno, nuestro sexo.
    
    La sádica sonrisa de Dimitri les hizo entender que ese ‘otro agujero’ tendría que ser su ano, pero eso era imposible. ¿qué hombre querría introducir su miembro en un orificio destinado a la expulsión de excrementos?
    
    Dimitri no les dio tiempo a que se siguieran haciendo preguntas, ya que cogiendo las caderas de Anastasia apuntó con su miembro al pequeño agujero, y tras una breve lucha se lo introdujo. El chillido de la joven retumbó en la habitación, y lejos de amilanar a Dimitri multiplicó la fuerza de sus embestidas hasta conseguir que el orificio de la joven se adaptara a la intrusión. Los pechos de la joven ucraniana se balanceaban al ritmo de las embestidas del oficial, que tras un rugido de placer llenó con su semilla el estrecho conducto de la joven ucraniana.
    
    Dimitri dedicó unos minutos a recuperar el aliento, después se ajustó el uniforme, cogió su arma reglamentaria y se dispuso a abandonar la casa. Sin embargo, se detuvo unos instantes para decirle algo al horrorizado Sergio:
    
    ¡Eres un hombre afortunado! Si mi familia hubiera hecho esto por mí el día que me llamaron a filas no me hubiera convertido en el monstruo que soy ahora. 
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