Esther: despedida de soltera en familia (11) - Relatos Eróticos

Esther: despedida de soltera en familia (11)

11. Esther

No me importó todo el tiempo que Paola invirtió en lavar mi cuerpo, ni tampoco el hecho de que me metiera sus dedos en la vagina para asegurarse de que quedara limpia por dentro, tampoco le di la más mínima importancia al hermoso vestido que Martha había mandado para mí, junto con el par de estilistas que se dedicaron por un largo rato a peinarme y maquillaje, asegurándose de esa forma que estuviera a la altura de mi futuro marido; nada de eso fue relevante mientras en mi cabeza se repetía una y otra vez lo que esos hombres me acababan de hacer, obligándome a entender que esa sería mi nueva realidad, que a partir de ese día me vería obligada a entregar mi cuerpo una y otra vez a un hombre que no quería, a abrir las piernas para ser penetrada por un tipo a quien no deseaba tener dentro de mi cuerpo.

Salí de la casa ataviada con aquel enorme y escandaloso vestido para encontrarme de pronto con el reflejo de mí misma en la ventana de la limusina que nos había mandado mi nueva familia, una imagen que me mostraba a una mujer cuyo rostro lucía carente de toda emoción, cuya aura se había apagado de una forma tan definitiva que parecía como si nunca pudiera volver a iluminarse en lo que me restaba de vida.

Paola se adelantó unos pasos para abrir la puerta y ayudarme a entrar en el auto, sin embargo, antes de que ella llegara al vehículo, la puerta se abrió y Julia asomó la cabeza desde el interior, mostrando en sus labios una sonrisa fingida mientras me miraba ...

... como si quisiera que de pronto mi cuerpo ardiera en llamas.

- Hola, cielo, me alegra que estés lista, ¡Anda, sube ya! Tenemos un par de cosas de las que hablar en el camino - me ordenó, tratando de molestarme con ese tono autoritario que generalmente me hacía hervir la sangre, de humillarme y tal vez atemorizarme con sus palabras y su timbre amenazante, sin embargo, después de lo que me acababa de ocurrir, aquellas frases solamente constituyeron sonidos de fondo en la horrible historia que en mi pensamiento se repetía sin descanso.

Una vez que me encontré dentro de la limusina, mamá se acercó a la puerta del auto con la intención de abordarlo, mostrando una sonrisa llena de prepotencia y arrogancia a todas las personas del barrio que miraban con curiosidad lo que estaba ocurriendo, pero antes de que lograra poner siquiera un pie en el interior del vehículo, Julia se lo impidió, de una manera tan grosera y tajante que de hecho me sentí un poco agradecida con mi futura cuñada.

- ¡No, no, no! ¡Que ni se te ocurra poner un pie en este auto, Ana! - expresó Julia, con un tono que dejaba ver lo ofendida que al parecer se sentía ante tal clase de atrevimiento por parte de mi madre - esta limusina es solo para la novia y para mí, ustedes pueden irse en un taxi - dijo la chica antes de levantarse y cerrarle la puerta en las narices a mi madre, para luego sentarse a mi lado y dedicarme una expresión que contenía todo el odio que podía albergar en su corazón y que en aquel momento ...