Desvirgando a Berenice
Fecha: 04/04/2018,
Categorías:
Humor sexual
Autor: marcolopezlit, Fuente: xHamster
Ese día no fui a la escuela. Deben comprender, antes que nada, queridos lectores, que yo era un jovencito ansioso por perder mi virginidad. Y Berenice (como pueden comprender si vieron las fotos) era todo lo que buscaba. Tenía las tetas más bonitas que hubiera visto, unos labios que me fascinaba besar y un culo que me ponía la verga más dura que una piedra.Así que ese día, cuando a las ocho de la mañana Bere me dijo que necesitaba que le ayudara a arreglar un cuarto para una prima suya, no lo dudé.Antes, debo decir que estaba enamorad, que habría dado cualquier cosa por esa niña.Ese día llevaba puesto, como de costumbre, un pantalón de mezclilla que se embarraba en su piel. A mí me fascinaba que se pusiera esa ropa -aunque odiaba que los otros hombres la miraran- porque me hacía pensar, sobre todo cuando la abrazaba, que sólo unos milímetros de tela separaban nuestra piel desnuda. Igualmente embarrada estaba su playera, que dejaba ver la mitad de sus pechos.Antes de seguir describiendo su cuerpo debo hablar de su rostro. Su piel era color café con leche, moreno claro, y dulce como el azúcar mascabado. Tenía -tiene más bien- los ojos color marrón, muy oscuros, pero bellísimos; cuando te miran, crees, casi de forma invariable, que todos los problemas del mundo tienen solución. Ella parecía sonreir sólo con los ojos. Su boca es una de las cosas más besables con las que me he cruzado jamás. El labio superior forma una eme casi perfecta, sólo un poco más oscura que el resto de ...
... su rostro; el labio inferior, protuberancia carnosa y deliciosa que casi se deshacía entre mis labios. Y sus mejillas: son hermosas. Aún lo pienso cuando veo sus fotografías: redondas, senos en miniatura, sólo un adelanto de lo que esconde su sujetador. En conjunto, su rostro te hacía enamorarte. La cereza del pastel es esa cabellera negra azabache que le cae hasta la parte baja de la espalda, ese cabello que ruega ser jalado o enrollado en unos dedos, que pide a gritos que jueguen con él. Debo ser sincero: a esa mujer yo le rendí pleitesía, jamás me había gustado una chica tanto, nunca deliré como con ese cuerpo (esas tetas, su cintura, su culito) o esa cara (par de labios, qué ojos, sus cachetes).Pero me estoy desviando del tema. Decía que ese día no fui a la escuela. Berenice me citó en un motel, no muy lejos de donde estudiábamos. En ese entonces, incluso eso representaba un gasto considerable para nosotros (y como ninguno había tenido sexo antes, no sabíamos bien cuánto costaba una habitación). Por eso no sospeché nada, en un inicio. Yo, confiado y joven como era, vestía un pantalón de mezclilla lleno de agujeros: casi se me veían las nalgas por los huecos que tenía. Pero eso es lo de menos. En mi teléfono, a las nueve de la mañana, había un mensaje que decía: "habitación 215". Y nada más.En la recepción no hicieron demasiadas preguntas. Fue cuestión, práctimanete, de pasar como si no sucediera nada extraordinario. Cuando llegué a la habitación, la puerta se abrió apenas ...