1. El diario de Claudia: Memorias de una prostituta travesti


    Fecha: 07/04/2018, Categorías: Transexuales Voyerismo Autor: ClaudiaZorra, Fuente: CuentoRelatos

    La inicié como una “travesura” – ya era travesti por algunos años, quizá 8, ya hacía vida pública en discotecas y bares; ya había cogido con una docena de tipos, la mayoría amigos de la oficina o de la universidad. Cuando empecé a buscar “algo más” que me excite, descubrí, como jugando, que recibir dinero luego de dejarme follar el culo o la boca, me alocaba exponencialmente. Primero fue con un amigo del trabajo, un cachero de fin de semana. Me pagó por mamársela y solo eso, el recibir dinero por “mis servicios” hizo que se la mamara más aún hasta que dispare toda su leche hasta el fondo de mi garganta. Pasó el tiempo y el solo “vestirme como puta” (mi estilo favorito) ya no era suficiente: empecé a frecuentar los barrios de las putas callejeras, a imitar todo su atuendo y maquillaje, a pararme en las mismas esquinas… hasta coger en los mismos callejones oscuros. Externa e internamente me convertía más y más en Claudia, la puta travesti de Cartagena. Empecé a poner más fotos mías en la web – en las redes sociales, y videos. Luego los avisos clasificados, ofreciendo mi cuerpo por dinero. Pero tenía un “trabajo oficial” por las mañanas…que me quitaba tiempo y dinero (pronto descubrí que ganaba más puteando), así que decidí matar dos pájaros de un solo tiro: empecé a reclutar clientes en la oficina. Siempre hay esos cuarentones solitarios o bicuriosos, o aquellos casados pero hartos de esa esposa aburrida y cucufata a quien no le gusta chuparla hasta hacerlos venir. ...
    ... Cuidadosamente los fui atrapando en mis redes; desde la tarde de los viernes hasta la madrugada del domingo me convertía completamente en la prostituta que ahora adoraba ser; conseguí un buen trato con el administrador de un hotelito lejos del centro y por allí pasaron más de una docena de mis frustrados compañeros de oficina. Cuando estaban conmigo se transformaban por completo: daban rienda suelta a todas las fantasías que sus seniles esposas no lograban darles: yo se las mamaba hasta el fondo de sus vergas, dejando que me tomen de la cabeza y me empujen hasta hacerme tragar cada centímetro de piel; dejaba que regaran toda mi cara con semen caliente, hasta darme un baño facial. Y claro, el plato fuerte era siempre mi culo, el cual desfollaban como si yo fuese la última perra en el mundo. Les encantaba… me adoraban (o más bien, me adoran). Algunos curiosos terminaban mamándome la verga hasta tragarse mi esperma o, de vez en cuando, me pedían que los penetre. Todo vale, con tal que pagues bien. Los fines de semana era eso y solo eso: una puta, una perra, una prostituta de hotel – alguien a quien los hombres podían follar hasta dejar su leche; me convertí en un depósito de esperma. Cada vez dedicaba más días de la semana a mi vida de puta… vestida con mini-minifaldas o vestidos de licra al tubo, tipo malla, sin trusa, o con shorts plateados bien pegaditos; me encantaba ponerme los tacones más altos posibles o sino, botas negras que llegaban hasta mis muslos. Era la puta perfecta. ...
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