1. Lo que hubiera sido (2ª parte)


    Fecha: 20/04/2018, Categorías: Hetero BDSM Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... digas que haga, eso voy a hacer. - ¿Segura? –pregunté atónito e inseguro - Más fuerte –me instó y mis golpes restallaron sobre su hermoso trasero– Así mi amor, así… Sé que te gusta… Más… ¡Más fuerte! Y sí, estoy segura… oh… aaaa… de hecho, me agrada la idea mucho… Mis golpes no cesaban de caer sobre sus nalgas, cada uno más fuerte que el anterior. Mis palmas me dolían y me ardían, pero no quería parar. Ella me cabalgaba rápido y yo la taladraba con fervor. Me encontraba en un éxtasis insuperable y no quería que terminara. La seguí nalgueando con furia, escuchándola gemir de dolor y placer. No mengüé en ningún momento los golpes, que seguían lloviendo sobre ese par de glúteos ya maltrechos. Elena me miró con una cara de dolor evidente, pero me sonrió al instante y eso fue mi detonante… no pude más y la inundé con mi cimiente. Ella, al sentir que me había venido, comenzó a masturbarse mientras me dijo que le siguiera pegando. No tuvo que decírmelo, pues, pese al dolor de mis manos, la seguía nalgueando. A los pocos instantes, ella también tuvo un orgasmo y se dejó caer sobre mi pecho, completamente rendida. Yo, sobaba sus nalgas, las cuales estaban completamente hirviendo. - ¡Qué delicioso orgasmo! –exclamó entre suspiros - Gracias –alcancé a decir, también con la respiración entrecortada. - Puedes seguirme pegando –me dijo - Pero ya te duele, ¿no? –le pregunté sorprendido - Sí, pero sé que eso es lo que más te gusta –me dijo aun pegada a mi pecho - Pinche Elena, sabes que ...
    ... te va a doler y aun así te pones –le dije y le solté una tanda de cinco nalgadas totalmente inmisericordes que la hicieron gemir de auténtico dolor; sin embargo, no se despegó de mi– eso, créeme que me gusta más que nalguearte - A mí también me gusta que me pegues –me dijo. Nos quedamos en silencio, sólo roto por los golpes que seguían recibiendo sus posaderas y los gemidos que ella profería al recibirlos. Puedo decir que, aquellas nalgadas, pese a ser duras, eran con todo mi amor. Aquella sumisión y disposición al dolor que yo le pudiera infringir le devolvieron la vida a mi miembro que aún se alojaba dentro de ella. Elena lo sintió crecer dentro de sí y me sonrió con dulzura. Pero en ese momento, no quise taladrarla. Quería quedarme así, unido a ella. Simplemente siendo uno mismo. - Entonces… ¿Te vendrías a vivir conmigo a Tijuana? –le pregunté después de un rato de no decir nada, pese a que seguía con la verga parada y continuaba golpeando sus nalgas con mis manos. - Pablo, contigo, yo me iría hasta el fin del mundo… Tuve que meter la mano a la bolsa para simular la creciente erección que tenía. “Mierda, ¿cuánto más va a tardar ésta mujer?”. Pero poco después suspiré al escuchar la canción que anunciaba su entrada. Me había costado mucho convencerla de aquello, puesto que es extremadamente difícil que una mujer lo concediera y, gracias a ese detalle, me ató completamente a ella. Mi pecho se hinchó de orgullo al escuchar las conocidas notas del himno de “La Champions”. ...