Ana 8, el sobrino obsesionado
Fecha: 24/04/2018,
Categorías:
Incesto
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... te quede claro que va a ser contra mi voluntad. Pobre tía Ana. No había manera de que con la calentura que tenía, me vaya de ahí sin nada a cambio. En ese momento estaba hecho un animal, así que de las dos opciones que me daba, no había mucho que considerar. - Prefiero cogerte. – le dije. Ella me miró resignada. Me acerqué, la besé con rabia. Metí de nuevo la mano debajo del vestido, y le arranqué la tanga de un tirón. La llevé hasta el sofá, me acomodé y le ordené – chúpame la pija. -enseguida me bajó el cierre del pantalón y el calzoncillo, y se metió la pija, ya mojada, en la boca. Era la primera mamada que me hacían, y era tan rico como todo el mundo dice que es. La lengüita de tía Ana recorría mi sexo mojado con movimientos expertos. Nadie diría que ese pete lo estaba haciendo alguien que estaba siendo obligada. Enseguida acabé. Ensucié su carita perfecta con mi semen, y se vio más hermosa que nunca. Después metí mi cabeza adentro del vestido, y empecé a saborear su trasero. Era tan rico, que era muy difícil dejar de hacerlo. Pero mi tronco ya estaba duro de nuevo. Ella sacó un preservativo de algún lugar, y me ayudó a ponérmelo. - ¿Así está bien? – me preguntó, cuando se puso en cuatro sobre el piso, y se levantó el vestido hasta la cintura, mostrando el culo desnudo. - Así estás perfecta. – le contesté, mientras me arrodillaba, para apuntar mi misil hacia su cráter húmedo y oloroso. Me sorprendió la facilidad con que entró. Tía Ana gimió de placer. - ¿Te gusta? - Si, ...
... me gustan las pijas. – me contestó, con una voz felina. La embestí un buen rato, agarrándola de las caderas. Luego me agaché más y le estrujé las tetas, mientras la penetraba con embestidas cortas y rápidas. Esta vez aguanté más. En medio de la culeada, me sorprendí cuando ella, luego de algunos movimientos pélvicos, acabó. Se retorcía en el piso, mientras yo seguía bombeando buscando mi propio orgasmo. Este segundo polvo salió con mucha más potencia, y liberó mucho semen adentro del preservativo. - Vamos a la cama, el piso me lastima las rodillas. Me dio vergüenza saber que, en mi calentura, me había comportado con un desinterés total por ella. - Si mi amor, perdóname, vamos a la cama. – le dije. Su carita hermosa me dio mucha ternura. La acaricié. Todavía estaba pegajosa por mi semen. Le di un beso en la boca. Fuimos a la cama. Mi tercera erección ya tenía destino. - Así que te gusta por el culo. – le dije, dándole una nalgada. Ella no dijo nada, se quitó el vestido, quedando completamente desnuda, y se puso en cuatro nuevamente. Esta vez mi pene no entró con facilidad. Aunque por tratarse del culo, me sorprendió lo dilatado que estaba. Se la metí, sintiendo la presión en mi glande. Ella gimió y empujó instintivamente su pelvis hacia adelante. Se la metí de nuevo. Me gustaba hacerla gritar. A la tercera penetración, ya tenía el cuerpo pegado al colchón. Entonces se la seguí metiendo, despacito, centímetro a centímetro. - Realmente sos la puta más hermosa, tía. – le susurré ...