Umbral I El Inicio del Desequilibrio
Fecha: 17/10/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: GRQ, Fuente: TodoRelatos
... dejar de pensar en Bruno.
Y, peor aún, no podía dejar de sentirlo.
Estaba en su nuca. En su garganta. En la base húmeda de su vientre. En el roce imaginado de sus dedos en los muslos. En el peso de su voz.
No había tocado su teléfono desde que salió del estudio. No había escuchado música. No había abierto ni una red social.
Porque todo parecía ruido al lado del eco de aquella frase:
—“Vas a pasar el resto del día sin tocarte. Ni una sola vez.”
Sofía no era de obedecer. Nunca lo había sido. Era visceral, impulsiva. Si algo le apetecía, lo hacía. Punto. Sin preguntar.
Pero aquella orden no era como otras.
Había salido de una boca que no suplicaba, no rogaba, no negociaba. Y eso era lo que le dolía. O lo que le excitaba. Ya no estaba segura.
Se tumbó en la cama.
Miró el techo. Luego cerró los ojos.
Y ahí estaba.
Él.
Bruno. Apoyado contra la pared del estudio. Con la mirada clavada en ella como si pudiera ver a través de su ropa. Como si ya supiera lo que iba a hacer antes de que ella lo decidiera.
Sofía se giró, intentando huir de sí misma. Pero el cuerpo traicionaba. El calor subía. El pecho latía fuerte. El deseo no se disipaba. Todo lo contrario.
Metió una mano bajo la sábana.
Solo para acomodarse. Solo para sentir el frescor del tejido contra el muslo. Se juró que no cruzaría la línea.
Pero el roce bastó.
Estaba mojada.
De nuevo.
Se incorporó bruscamente, como si le hubieran gritado. Encendió la lámpara de la ...
... mesilla. Se sentó en el borde de la cama, las manos entre las piernas. Frustrada. Ardiente. Culpable.
No lo iba a hacer.
No podía.
Porque si lo hacía… tendría que decírselo.
Tendría que mirarle a los ojos y confesarle que no pudo obedecerle ni una noche.
Y eso la aterraba.
No porque él la castigara.
Sino porque, en el fondo, deseaba que lo hiciera.
Se levantó. Fue a la cocina. Se sirvió un vaso de agua. Se apoyó contra la encimera fría. Respiró hondo.
“No te toques.”
La orden se repetía como un mantra. Como una amenaza. Como un ancla.
Y Sofía, por primera vez en mucho tiempo, se sintió viva dentro de esa prohibición.
Se sintió… poseída.
Y eso, aunque le quemara por dentro, le arrancó una sonrisa torcida en la oscuridad.
Porque no era amor.
No era deseo corriente.
Era sumisión.
Y empezaba a gustarle.
El cielo todavía estaba gris cuando Sofía salió de casa.
El suelo mojado reflejaba la luz de la farola. Eran las siete y poco. El cuerpo aún dormía, pero la mente no. Llevaba el estómago cerrado y los muslos tensos. Caminaba rápido, como si temiera llegar tarde a algo que no podía retrasarse.
La puerta del estudio estaba entreabierta.
Empujó sin hacer ruido. Dentro, todo estaba en silencio.
El suelo de madera brillaba bajo la luz tenue. La barra de danza seguía allí. El espejo, testigo de todo, la devolvía con el rostro más pálido que el día anterior.
Y entonces, lo vio.
Bruno, de espaldas a ella, estaba estirando ...