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Los gemidos de Rita - Parte 3
Fecha: 04/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Daniela Brito, Fuente: TodoRelatos
... pequeñas que se rompieron en el suelo con un sonido de cristal y tierra suelta. Le mordió el cuello mientras le arrancaba la blusa, los botones saltando como semillas al viento. —Así no —lo detuvo ella, girándose para quedar frente a él—. Hoy quiero ver tu cara cuando te lo como. Se arrodilló sobre los trozos de cerámica sin quejarse, como si el dolor le diera gusto, y desabrochó su cinturón con los dientes, la mirada fija en la protuberancia que latía bajo la tela. Cuando por fin lo liberó, su verga golpeó el aire con un sonido húmedo, ya goteando. —Mírame —ordenó Rita, y comenzó a lamerlo desde la base, lenta, como si estuviera probando un helado de vainilla—. Quiero que recuerdes esto cuando estés solo en tu cama, tocándote y pensando en mí. Gonzalo apretó los puños, sintiendo cómo la lengua de ella dibujaba venas, cómo los labios se cerraban alrededor de la cabeza para succionar fuerte, haciendo que le ardiera todo el cuerpo. —Más —gruñó, pero Rita se detuvo, escupiendo en la punta y frotando el líquido con el pulgar en círculos lentos. —Dime qué más quieres. —Que te montes. Ella sonrió, esa sonrisa de niña mala que lo volvía loco, y se subió a la mesa, abriendo las piernas para mostrarle lo mojada que ya estaba, el vello recortado en forma de corazón que hacía que se le secara la boca. —Ven —lo llamó con un dedo, y cuando él estuvo cerca, le agarró la verga para guiársela dentro, sin preámbulos, hundiéndosela hasta el fondo con un gemido que ...
... retumbó en los vidrios del techo. Gonzalo la agarró de las caderas, sintiendo cómo se ajustaba alrededor de él, cómo los músculos internos lo apretaban como si no quisieran dejarlo ir. Comenzó a moverse, primero despacio, luego más rápido, cada embestida haciendo que Rita se arqueara, que se aferrara a sus hombros con uñas que dejaban media luna rojas. —Así… así… —jadeaba ella, y entonces cambió el ángulo, levantando las piernas para que él llegara más hondo, hasta ese punto que la hacía ver estrellas. El sonido de sus pieles chocando se mezclaba con el crujir de las plantas, con el suspiro del viento entre los cristales. Rita gimió más alto cuando una mano de Gonzalo encontró su clítoris, frotándolo en círculos precisos mientras la otra le apretaba un pecho, los dedos jugando con el pezón duro. —Voy a… —empezó a decir él, pero Rita le tapó la boca con su propia mano. —Dentro —ordenó—. Quiero sentirlo todo. Y cuando llegó, fue como una ola rompiendo, Rita primero, con un temblor que parecía no terminar, y luego Gonzalo, vaciándose en ella con un gruñido que salió desde el vientre. Quedaron ahí, jadeando, pegados por el sudor y otras cosas, hasta que los pasos de Lupe en el jardín los separaron de golpe. —Nos van a pillar —susurró Rita, pero se reía mientras se ajustaba la ropa, los labios hinchados, el pelo lleno de hojas secas. Gonzalo solo pudo mirarla, sabiendo que ya no había vuelta atrás, que esta adicción los consumiría a los dos. El Juego de ...