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Mi sobrino me quiere violar
Fecha: 26/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... Pero me encanta. Lo que habrás gozado con esa cosa enorme que tiene”. “Y… sí”, respondí. Hablamos un rato más. Ella exigió más detalles, y yo se los di. Cuando le envié el último mensaje me di cuenta de que tenía una enorme necesidad de tocarme, solo que no podía hacerlo ahí en el auto. Guardé el celular en la mochila, ajusté el cinturón y salí manejando despacio. El sol caía con todo. El pavimento brillaba y el aire parecía pegajoso, como yo. Cuando llegué a casa, fui al patio del fondo a ver si Fabricio no se había olvidado de la ropa colgada. Enzo estaba en el patio, sin remera, regando las plantas. Tenía el pelo mojado, seguro recién salido de la ducha. Me miró por encima del hombro, sin dejar de mojar las hortensias. Fabricio estaba más atrás, en la galería, con el celular en la mano y una taza de café apoyada en la mesita. Saludé con un “hola” rápido, abrí la puerta y entré directo al baño. Necesitaba sentir que me limpiaba. Me froté fuerte los brazos, las piernas, el cuello, y, sobre todo, el sexo. El agua corría tibia, pero mi cabeza estaba hirviendo. Cerré los ojos y me vi de nuevo en el gimnasio, transpirada, caliente. Ahí estaba mi novio, con su sobrino, como si nada, ajeno al hecho de que Enzo me había cogido bien duro a unos centímetros de donde él ahora estaba sentado. Y, sin embargo, por más perverso que suene, esa idea me calentó todavía más. Apoyé las manos en la pared. Pensé en Fabricio. En su forma de tocarme, tan cuidadosa, tan ...
... llena de amor. Y pensé en Enzo, que me había agarrado como si yo fuera de su propiedad, como si no hubiera mañana. Como si no le importara nada más en el mundo que meterme esa pija por todos mis orificios. Me empecé a frotar el clítoris con fruición. Solo bastaron un par de minutos para que acabara. Quedé bajo la ducha con las piernas temblando, la respiración agitada, y la mano aún en mi sexo. Después del orgasmo, pude pensar un poco mejor. Tenía que poner un límite. Lo que pasó con Enzo tenía que ser eso: un polvo. Uno solo. Como un error de esos que nadie tiene que saber nunca. Un error que se disfruta al recordarlo, pero que no puede volver a suceder. Pero sabía que no iba a ser tan fácil. Una vez que se cruzan cierto límites, es muy difícil volver. Había tenido muchos amantes pasajeros en mi vida. Algunos gozaban y desaparecían. Otros se obsesionaban. Y, por algún motivo, estaba segura de que Enzo era más del segundo grupo. Y el hecho de que viviera en mi casa hacía todo más complicado. Me sequé despacio. Salí del baño envuelta en una toalla. Apenas entré al dormitorio, escuché que el celular vibraba de nuevo. Todavía tenía el pelo húmedo cuando me tiré boca abajo en la cama. El toallón me colgaba abierto desde la cintura, apenas cubriéndome. La pantalla del celular seguía encendida. Era Enzo. Me había mandado mensajes. Muchos. Los abrí con una mezcla rara de miedo, morbo y ansiedad. “Qué linda estabas recién, toda transpirada, con esa calza ...