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La fuerza de su experiencia – Parte 10
Fecha: 30/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Carles, Fuente: TodoRelatos
"La fuerza de su experiencia – Parte 10" El sobre llegó la mañana siguiente. Sin remitente. Dentro, una sola hoja:“Sótano 7 – Edificio abandonado en el puerto. Medianoche.” No había más instrucciones. No hacía falta. Cuando llegamos, la escena parecía salida de una película oscura. El sótano estaba iluminado solo por lámparas industriales colgando a baja altura, creando círculos de luz sobre el cemento. En el centro, una gran alfombra roja y, alrededor, cortinas negras cerrando el perímetro como si el lugar quisiera esconder algo del mundo. Marina estaba allí, con un vestido de terciopelo escarlata. Lucía, en lencería negra, fumando. Vera, a mi lado, con un vestido largo abierto hasta la cadera. No nos dijimos nada. Entonces, una voz sonó desde las sombras. —Por fin. Un hombre apareció, vestido con traje, sin corbata, con el cabello recogido y una calma inquietante en la mirada. Nunca lo había visto. Pero en cuanto habló, sentí que sabía demasiado. —Han jugado muy bien a su pequeño juego todos estos meses —dijo—. Yo solo quería ver hasta dónde llegarían. Y lo que vi… me fascinó. Pero ahora… necesito más. El final. La entrega total. Y la tendré, aquí, esta noche. Chasqueó los dedos. Las cortinas se abrieron, revelando cámaras por todos lados… y un círculo de personas sentadas en la penumbra, observando. No eran muchos, pero sus miradas eran afiladas. No eran simples curiosos. Eran cómplices. Marina dio un paso adelante. —Aceptamos. Pero no a ...
... tu manera. A la nuestra. Lucía dejó caer el cigarrillo y se acercó a mí, deslizando su mano por mi pecho. —Esta noche no es para él. Ni para ellos. Es para nosotros. El “juego” comenzó. Primero, fue suave. Caricias, besos, piel sobre piel. El público observaba en silencio, hipnotizado. Luego, la intensidad subió: tres cuerpos femeninos contra el mío, a veces todos juntos, a veces dos contra uno, a veces yo contra todas. Se tocaban entre ellas, me atrapaban, me empujaban a los límites. El calor era insoportable. Las cámaras lo captaban todo. Pero en medio del frenesí, noté algo. Vera no estaba solo jugando. Me miraba como si quisiera decirme algo sin palabras. Y cuando se acercó a besarme, lo susurró contra mis labios: —El que está detrás… es Marina. Mi mente se partió. El sudor, los jadeos, las manos… todo se mezclaba con esa idea. ¿Era posible? Sí. Solo ella había estado presente en cada etapa. Solo ella podía haber manipulado las piezas para llevarnos hasta ahí. De pronto, Vera me tomó la mano y me guió, sin interrumpir el acto, hacia una de las cámaras. Con un movimiento rápido, la apagó. Lucía lo vio… y sonrió. —Ya era hora —murmuró. Fue entonces cuando entendí: Vera y Lucía lo sabían. Y esa noche no era para el hombre del traje. Era para hundirlo a él… y a Marina. El final fue un caos de placer y tensión. Movimientos desesperados, besos que eran casi mordidas, manos que buscaban más que sexo: buscaban victoria. En un momento, Vera me tomó del ...