1. El amor de mi esclava


    Fecha: 28/04/2018, Categorías: Dominación BDSM Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ... Súbitamente los apreté y los retorcí hasta que la castigada carne hizo tope en su posibilidad de torsión, mientras sus convulsiones y sus alaridos impulsaban mi calor interior que se expandía desde mis pelotas hirvientes. Los dejé, tomé la vara y me coloqué a su derecha. La puse sobre sus atormentados pezones, la retiré, la hice silbar en el aire, volví a apuntar a los pezones y volví a cortar el aire. La palidez de su rostro no podía ser mayor, El tamaño de sus ojos era inconmensurable, el pavor se había apoderado de sus sentidos. No podía creer lo que le estaba pasando y menos lo que sabía que le iba a pasar. Lo peor era saber que le iba a pasar, dónde y cómo, pero ignorar la cantidad. ¿Sería uno, serían diez o tal ni siquiera había cuenta? Ya le había dado la posibilidad de abandonar. No quiso. Ahora era ella la que lo debía plantear. Apoyé, apunté, la retiré hacia atrás, me apoyé mis pies y rodillas y la impulsé... La vara salió disparada hacia delante, cortando el aire, produciendo un zumbido aterrador. Mis ojos estaban fijos en sus pechos. La vara impactó de pleno en medio de las areolas, desarrollando su fuerza devastadora sobre los propios pezones. Las tetas se hundieron al medio. La vara llegó sobre sus costillas creando un surco artificial en medio de sus senos. El llanto desbordó sus ojos y corrió por sus mejillas. El grito paralizó el silencio. El cuerpo se estremeció convulsivamente. Los alaridos se repitieron, creciendo en fuerza y tono cuando tomé los dañados ...
    ... pezones entre mis dedos. La miré. Me miró. Sus ojos me desafiaron. No bajó la vista. Ella estaba decidida a seguir adelante con el reto lanzado. Miré las dos marcas que adornaban cada una de sus colinas cárneas. Volví a colocar la vara para apuntar, pero esta vez sobre la parte superior de sus tetas. Busqué justo el espacio intermedio entre el nacimiento y el pezón. La levanté y la bajé brusca y fuertemente. El impacto retumbó en toda la sala. Las masas se balancearon al son del impacto. La raya nació y creció en el punto exacto del azote. Las convulsiones casi arrancan los afustes de muñecas y tobillos y los alaridos se expandieron dentro de la sala derrumbando todo a su paso. Sin espera, alineé la vara y ésta partió vertiginosamente en busca de su objetivo. Por segunda vez golpeó sobre los pezones, acható las tetas y tocó la parrilla costal. La raya que se empezaba a dibujar era importante. El cuerpo parecía querer escaparse de su encierro, los gritos crecían y crecían y el llanto era imponente en su expresión del dolor. Volví a mirarla, nuestros ojos se cruzaron, el de ella sobre una boca fruncida y en medio de un ceño estremecido por el suplicio. Ella bajó los ojos. Aceptó su derrota. Supo que nunca iba a poder ganar. La suya era una batalla perdida de antemano. La besé. La desaté, de un manotazo corrí las cosas que había sobre la mesa, la coloque frente al tablero y tomándola del cuello hice que se quebrara hacia adelante apoyando su pecho sobre la plana superficie. Gritó ...
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