1. Entre-acto. La gorda


    Fecha: 03/05/2018, Categorías: Dominación Autor: Caminante, Fuente: CuentoRelatos

    ... empuja ella suavemente, y veo como su boca se abre. Esto es cosa de dos, supongo que tú te pones y que te hagan, no eres capaz de experimentar contigo misma. Cerró el paso del agua. El silencio parecía aumentar la negrura que habíamos formado. —Merecí un par de hostias, lo sé, lo reconozco. ¿Entonces sigue adelante el polvo? —Sí, pero me acojo a tu propuesta de atarte, no me fío nada de ti. —Entiendo, una vez atada te vengarás ¿Eres así de cobarde? No hice caso de su puya. —No estarás desarmada, tendrás el móvil a tu alcance. —No comprendo tu actitud, me desconciertas y me da rabia. —¿Y por esa causa me haces daño? Silencio. Habló empleando tono ambiguo. —Todos los hombres que me han follado, lo hacían deprisa, algunos hasta me pegaban, a ellos les ponían y me llamaban gorda asquerosa, y que tragaba con todo debido a que no tenía con quien follar, cualquiera servía, llegué a pagar para que el tipo al menos fuera educado. Pero era un maniquí, no disponía de recursos propios, muy diferente a ti, reconozco que no salgo de mi asombro, y si me di cuenta que mi puesta en escena te gustó, ya me apuntabas con tu penetrador sin haberte rozado, pero lo olvidé debido a la fotografía y me cabrearon tus palabras sobre el freno que dices que opongo. —Te apuesto lo que quieras, a que frenas las envestidas… sin querer, supongo que lo haces por alguna causa y tengo la seguridad de que lo sabes. Y de nuevo atacó. Me cogió del pelo con una mano y con la otra pasó sus dedos por mi frente ...
    ... buscando los ojos. —Tengo las uñas cortadas en punta, lo hice por si volvías a la carga y lo has hecho, puedo sacarte los ojos… Sentía su respiración cerca de mí y… sorpresa. —¿Cómo lo sabes? Pegó su rostro al mío y sentí sus lágrimas. Yo tenía la cabeza ladeada y me asusté, era verdad que las uñas disponían de punta, se las había cortado en forma de ángulo. Seguí hablando. —He sufrido y sufro con mis amigas, sobre todo con las que beben, me cuentan y me horrorizan, tú eres una de más. —Pero no me metes en ese grupo, me apartas y me doy cuenta, siempre me hacen daño tus palabras. —Debías soltarme, un ciego folla mal, sobre todo si gotea la sangre de los ojos colgando fuera de sus órbitas. Me soltó, salimos del baño, el agua se había marchado. —Vamos a la cama – Dije tirando de su mano. —No, la mojaremos. —No, lo tengo dispuesto, un regalito de lejanas tierras. Y entre los dos extendimos la toalla-manta, se sentó pasando las manos por el tejido, hizo un gesto de aprobación. —Ven, siéntate en el centro. Dijo mirándome como una gata salvaje, había inclinado la cabeza ligeramente hacia adelante, yo vi un ojo al lado del otro, parecía un depredador que miraba a su víctima. Ella me esperaba de rodillas, me senté rozando su vientre, sus manos recorrieron mis hombros, luego echo mi cabeza hacia atrás uniendo nuestros labios, su lengua se introdujo en mi boca y me secó la boca ¿Me probaba? Salió de mi boca y me susurro al oído que le gustaba mi boca, y apoyándose en sus piernas, pasó su ...
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