1. De nuevo, mi vecina


    Fecha: 03/05/2018, Categorías: Confesiones Autor: tartuf, Fuente: CuentoRelatos

    ... cocina. Con diligencia he buscado dos sillas para colocarlas a ambos lados y que pudiese apoyar encima de ellas sus pies, dejando su pelvis abierta. Sus manos se han levantado por encima de sus hombros, para asirse a la campana extractora, y a un golpe de las mías, apoyándose en sus pies, ha levantado ligeramente su cuerpo para permitirme deslizar sus pantalones hacia sus tobillos. Pantalones que, hábilmente, y con la ayuda tan solo de sus pies, pronto han caído al suelo. Mis manos ya arrugaban la blusa y empujaban el sujetador que ofrecía poca resistencia y dejaba al descubierto sus pechos hermosos y excitados. -“Fóllame cabrón, que hace mucho tiempo que no me siento puta, deseada, manoseada, como sabes hacerme tú”. MI miembro estaba ya acariciando sus labios vaginales, moviendo mi cintura para no penetrarla directamente, aumentando su deseo, provocando su excitación… -“Vamos a qué esperas. ¡¡métemela!! -seguía implorando. Ha sido entonces, cuando, dejando de mordisquearle sus pezones, he bajado mis manos hasta sus caderas, para hacer barrera a mi impulso, y apartando ligeramente ella misma su tanga, mi miembro ha iniciado una lenta pero constante carrera hasta lo más hondo de su ser. La música de su boca ha acompañado esta entrada, mientras sus ojos me miraban lujuriosos. Casi me mantenía en puntillas, para poder penetrarla hasta lo más hondo, debido a la altura del mármol, pero el vaivén de la penetración ha empezado su baile, al ritmo que mis caderas imprimían a mi ...
    ... cuerpo. Sus manos, de nuevo apoyadas en la campana extractora, le servían de trampolín para ayudarse a izarse ligeramente y situarse más a la punta de la repisa en el instante en que mi embestida era más profunda. Empezábamos a compaginar el ritmo, y el placer crecía exponencialmente. Sus pechos se bamboleaban al ritmo de sus movimientos, y una de mis manos se pudo librar de su cadera, para amasarle con fuerza sus senos. Con rabia, con ira, casi desmesurada. Mis dientes se apretaban entre sí, para liberar parte de la energía del deseo y no dañar su cuerpo, mientras que su voz me jaleaba a darle todavía más fuerte: -“Así, así, como tú sabes, como me merezco, porque me siento puta contigo. Dame, dame fuerte, que me vengo, que me vengo”. Sus primeros alaridos me lo confirmaron. Su cuerpo entró en convulsiones, mientras con una mano me agarraba el cabello estirándolo hasta casi dañarme. No le di tregua. Seguía bombeándola, con más fuerza si cabe, mientras su agitada respiración me bañaba los oídos. Sin salirme de su interior, la cogí de nuevo en volandas y mientras me devoraba la cara con besos y lamidas, me dirigí hacia la habitación. Conocía el piso. De la otra vez, y porque es igual que el mío. Esta vez, la dejé sobre la cama, y con los brazos le indiqué que se voltease, para colocarse de rodillas de espaldas a mí. El tanga se rindió a la fuerza de mis manos, rompiéndose en dos, mientras un “ohhhhh” cálido salía de su garganta. Apoyando mis manos en sus caderas dirigí mi miembro a ...