1. Mi arrepentimiento


    Fecha: 11/05/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Qué tal. Para comenzar que la modestia no es una de mis principales virtudes y de ello no tengo la culpa yo, sino mi Diosito que me dio mis atractivos físicos las mujeres que no se cansan de lanzárseme. Bien, les diré que tengo 24 años, un muy buen cuerpo moldeado en el gimnasio, pero sin llegar a esas asquerosas bolas por todos lados. Mido 1,86. Mis muchas amigas confirman lo que mis padres dijeron de niño: soy bonito, pero no de ese bonito amariconado, sino con una masculinidad que, me han dicho, se nota en la simple mirada. Debo aclararles que la virginidad la perdí a los 18 años, con una empleada de la empresa de mi padre, que tenía 21 años y, la verdad, me violó. Esa es una historia que pocas veces he contado y hoy no será una de ésas. Esta vez quiero platicarles de un detalle que me tiene turbado, con cierto arrepentimiento y que desearía que nunca hubiera pasado: me cogí a mi comadre, la esposa del mejor y más leal de mis amigos. Se llama Paula y desde hace cuatro años está casada con Rafael, mi amigo desde antes de entrar a la escuela, pues siendo nuestros padres vecinos, podría decir que en mis primeros juegos él fue partícipe. Acudimos a las mismas escuelas hasta que él eligió la carrera de Contabilidad y yo la de Abogado, mismas que cursamos en nuestra misma ciudad. En su escuela, Rafael conoció a Paula, una hermosura de mujer por su intelecto, por su bondad y don de gentes. En lo físico, muy delgada para mi gusto, con un busto muy pequeño, piernas largas y ...
    ... delgadas, aunque un culito algo respingado. Su cara es una belleza, merecería las portadas de las mejores revistas. Mientras ellos se hicieron novios cuando él tenía 19 y ella 17, yo me dedique a cogerme a cuanta mujer se me ponía enfrente, con la facilidad que me dan mis atributos físicos exteriores que ya les platiqué, además de una verga de poco más de 7 pulgadas, pero bastante gorda. Desde un principio yo noté en la mirada de Paula cierto gusto por mí, pero la lealtad a mi amigo, enamorado de ella desde un principio, me hizo poner freno a cualquier posibilidad de traicionarlo. Se casaron a los pocos meses de conocerse y al año y medio nació Rafaelito, a quien me entregaron en padrinazgo, lo cual acepté gustoso, por el cariño que nos tenemos. La historia que les quiero contar pasó hace seis meses, cuando Rafael tuvo que viajar por un mes a Estados Unidos, para llevar un curso que le permitiría disputar el cargo de gerente general de la empresa para la que trabaja y, por consecuencia, ganar muchos más billetes. En el propio aeropuerto a donde acudimos a despedirlo Paula, Rafaelito y yo, mi compadre me encargó a su familia. Y por supuesto que me ocupé de ellos. Por lo mismo acudía a diario a su casa para saber de sus necesidades, una vez llevé el auto de Paula al taller y le presté uno de los dos míos para sus traslados; le llevé al pediatra un día que mi ahijadito se puso mal a media noche y en varias ocasiones compartí con ellos la mesa, lo mismo en desayuno, que un café por la ...
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