Quizá la mejor experiencia de mi vida
Fecha: 14/05/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: zibur, Fuente: CuentoRelatos
... oscilaba con un movimiento que denotaba su sólida consistencia. Entonces, él me tomó una de mis manos por la muñeca, y la llevó directamente sobre su verga invitándome a que se la cogiera. Así lo hice rodeándola con la palma, y la verdad es que justo conseguía abarcar por completo su circunferencia. Aquel contacto me produjo una agradable sensación que me hizo estremecer al mismo tiempo, al constatar las anchas dimensiones de ese lascivo salchichón que empezaba a reclamar su protagonismo. Yo inicialmente quedé como atontada y sin saber lo que hacer, quizá sorprendida por la magnitud del aparato. Pero un impulso de su mano, que todavía me sujetaba, me llevó a iniciar un vaivén sobre la vaina del pene, de la que podía apreciar su perfil rugoso por las hinchadas venas que la surcaban. Providencialmente el tren atravesaba una zona poblada e iluminada, con lo que el añadido de luz que entraba por la ventana me permitía observar bastante bien lo que mi mano recogía. Así, claramente veía que alternativamente con mis idas y venidas, la piel del prepucio le retrocedía para dejar al descubierto su brillante y húmedo glande con forma como de hongo prominente, que nuevamente quedaba a resguardo bajo su funda cuando mi mano tiraba de ella hacia mí. La verdad es que era de una obscenidad clamorosa ver esa cabeza lubricada asomándose y escondiéndose bajo el pellejo externo que se entretenía y arrugaba unas veces y otras quedaba perfectamente estirado y terso. Adelantándose ligeramente me ...
... acercó su miembro hasta situarlo casi sobre mi cara. Su invitación era más que evidente. Yo intenté entonces reincorporarme ligeramente para aproximarme a él. Tenía ya toda la lujuriosa geografía carnal de su sexo a escasos centímetros de mí. Me llegaba su aroma de sexo puro, su presencia cercana me atraía sin remedio, me sentía niña golosa ante aquel caramelo dulce. Entonces él se inclinó ligeramente y empezó a pasearme el capullo por todos los rincones de mi rostro: me lo pasó por los ojos, dibujó con él el perfil de mi nariz, me golpeó cariñosamente las mejillas, y me lo restregó por la barbilla acercándolo hacia mi boca. Me tentaba enormemente su fruta jugosa y entreabrí mis labios para acogerla. Ciertamente no era la primera vez que degustaba un sexo de hombre. Nunca le había hecho ascos en el juego sexual a chupar y lamer un buen pene, deleitarme con su sabor particular, apreciar su sólida textura carnosa, su rígida blandura, y sentir su estremecimiento de placer al dejarse lamer, pero ante aquella personificación de Príapo era inevitable sentir una gula y un deseo mucho mayor. Noté como se posaba la superficie suave y húmeda de su glande entre mis labios, entonces lo hizo oscilar ligeramente para recubrírmelos con su sutil esencia y empujó suavemente haciéndome abrirle de par en par la entrada que buscaba. Me fue penetrando lentamente. Me inquietaba que no pudiera soportar su contacto si me llegaba hasta la campanilla, pero se detuvo a medio camino. Mis labios tuvieron ...