1. ¡Mi hermana, mi mujer, uf! - Epílogo a cargo de Ana


    Fecha: 18/05/2018, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... ganas de ir a la cafetería ni a ninguna otra parte, por lo que decidí irme directamente a los andenes de los autobuses. Iba a abrir la puerta de acceso a la escalera que bajaba al andén, pero me quedé petrificada. Allá abajo, sentado en un banco con la maletita a su lado, en el suelo, estaba Dani. Le vi triste; muy triste. Y muy solo. Era la viva imagen de la tristeza y la soledad. Recordé: “Sin ti estoy perdido”. Sí, eso parecía también, un niño perdido. Abrí la puerta y comencé a bajar la escalera, lentamente. El aún no me había visto y yo podía observarle a placer. Sentí lástima por él, pero también mucho amor, mucha ternura. Me dije: “Cuanto daño te hice aquella noche en el pueblo, Dani, cuanto daño. Pero no te preocupes mi amor, ya verás cuanta felicidad, cuanto amor de daré. Conmigo estarás en el mismísimo cielo.” Bajaba despacio, recreándome en él mirándole. ¡Qué guapo estaba a pesar de su estado! Entonces me di cuenta de que él había intuido mi presencia, pues miraba hacia lo alto, hacia donde yo estaba, y su sorpresa al verme era evidente; se había levantado aunque permanecía inmóvil y con los ojos abiertos como platos. Pronto reaccionó, dirigiéndose a mi encuentro al pié de la escalera, también despacio como yo las bajaba. ¡Ana!... ¿Co…cómo es que estás aquí? No le respondí y seguí bajando la escalera en silencio. Quería mantenerme calmada, no expresar emoción alguna, pero en mi interior el corazón corría desbocado y notaba calor en las mejillas. ¡Debía presentar ...
    ... un gesto la mar de extraño, pues a Dani le notaba cada vez más nervioso, casi asustado diría. Y él continuó hablando: ¡Perdóname Ana, por Dios perdóname! ¡No me odies por favor! ¡No puedo sufrir que me odies o me desprecies! ¡No me importa si no quieres verme más, eso lo he asumido hace tiempo, pero no me odies! En esos momentos acababa de bajar la escalera y estaba muy cerca de él, a menos de un metro. Sin pronunciar aún palabra alguna dejé la maleta en el suelo y dirigí mis manos hasta su rostro; con ambas palmas de las manos sujeté sus mejillas y besé fieramente su boca, sin introducirle la lengua, pero presionando sus labios hasta hacerme daño. Luego notaría un hilillo de sangre fluir de mis labios. Al separar mis labios dije: ¿Esto te parece odio? Al terminar de decir esto, volví a besar su boca, pero ahora sí la abrí con mi lengua introduciéndosela dentro en busca de su lengua, que respondió divinamente a mis requerimientos. Y Dani volvió a hablar al acabarse el beso. ¿Por qué me haces esto Ana, por qué me torturas así? No te torturo Dani, sólo te estoy besando. Y si te beso es sencillamente porque... ¡Te quiero Dani, te quiero con locura, con pasión desmedida! ¡Te adoro mi Dani! Y no me digas que te perdone por lo que hiciste aquella tarde de sábado. Sí, me hiciste mucho daño. Pero gracias a eso reconocí, sin reserva, que te amo casi desde niña, que eres mi primer y único amor y sin ti ya no concibo la vida. Te necesito Dani, necesito estar a tu lado y vivir junto a ti ...
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