1. Desafío de galaxias (capitulo 19)


    Fecha: 26/05/2018, Categorías: Grandes Series, Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos

    ... señora. Veintiocho horas después del comienzo de la batalla, está se había trasformado en una matanza, y por primera vez desde el comienzo de la guerra, soldados bulban comenzaban a rendirse. Los carros de combate segaban las formaciones bulban mientras la artillería autopropulsada los machacaba. El asalto final al reducto de mando enemigo lo lideraron personalmente Pulqueria y Bertil al frente de sus escuadrones. Allí, al igual que en Tetis 4, encontraron a otro pretor bulban que sin mucha gloria termino bajo Eskaldár, la espada de Matilda heredada por Bertil. Una semana después de la victoria, y una vez que el grueso de las tropas habían regresado a sus cuarteles, con la excepción de un cuerpo de ejército que se estableció definitivamente en Kalinao 5, comenzaron los trabajos para construir una gran base naval desde la que operaria la flota para proteger Evangelium. —¿Tiene un momento, mi señora? —preguntó el general Clinio desde la puerta del despacho de Marisol en el Fénix. —Claro, para ti siempre. Dime ¿qué ocurre? —preguntó levantando la vista de las tabletas que tenía frente a ella. —Quiero presentar mi dimisión, de manera irrevo… —No sigas Clinio: no pronuncies esa palabra, —le interrumpió. —Mi señora, mi decisión es firme. —Y la mía de no aceptarla, ...
    ... también, —dijo Marisol levantándose de la mesa. —Te asesore mal durante la batalla y me demostraste que estaba equivocado. No merezco tu confianza. —Este ejército, el que hemos utilizado en Kalinao, es tu obra, es tu creación. Has trabajado hasta la extenuación en ponerlo en pie… —Y si yo hubiera tenido el mando lo hubiera sacrificado para salvar a la flota. —Esa era una opción como cualquier otra, y la lógica decía que era la correcta. El problema es que la lógica y los españoles… digamos que nos damos de hostias, y yo más que nadie. —Pero mi señora… —No te permito dimitir Clinio, me haces mucha falta, y no solo porque seas el jefe del estado mayor del ejército, también porque eres mi amigo. Pero no puedo obligarte, la decisión es tuya. Clinio guardó silencio unos instantes mientras los dos, frente a frente y a dos palmos de distancia uno del otro se miraban fijamente. —No merezco tu confianza. —Pues la tienes. —Seguiré en mi puesto si así lo deseas mi señora, pero mi dimisión la tienes permanentemente encima de la mesa, —dijo Clinio finalmente. —Muy bien amigo mío, —contestó Marisol con una sonrisa mientras con la mano le apretaba el brazo afectuosamente— pero deja de lado tu lógica de monje de clausura. —Así lo haré mi señora, —contestó cogiéndola la mano y besándola. 
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