1. Doña Amelia


    Fecha: 29/05/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Es lo que pasa por vivir en un pueblo chico, hay que acostumbrarse a todo. Al vivir en un pueblo chico, donde realmente casi no hay gente joven y las pocas mujeres que hay son casadas, aunque eso a mi no me importa, cuando las ganas de coger apremian, hay que coger lo que venga. Me llamo Eduardo, tengo 45 años, vivo en la provincia de León, en un pequeño pueblo que se llama Bembibre, un pueblo tipicamente minero, que al cerrarse las minas, quedo sumido en el tiempo, la gente en edad de trabajar emigró a ciudades mas grandes, quedando la gente mayor. Yo todas las mañana salgo a caminar, voy con mis cascos y camino entre dos horas a tres, me gusta mucho caminar por los caminos rurales, por donde te llevan a los montes de pinos, o por las orillas del río, que se abre en muchos brazos. Siempre me cruzo con una señora, con la cual nos saludamos por cortesía y seguimos por nuestros caminos, una tarde estaba en el supermercado y nos vemos, nos saludamos, ella iba acompañada de un señor, que apenas podía caminar, "este es el señor que siempre te digo que nos cruzamos", escucho que la señora le dijo a su esposo, nos presentamos, ella me dijo que se llamaba Amelia, hablamos de las caminatas, su marido, un señor muy tosco, apenas hablaba, y dejamos de conversar, ya que su esposo estaba de bastante mal humor por nuestra conversación. Al otro día, cuando salgo a caminar, veo que estaba Amelia parada en la esquina de casa, nos damos los buenos días y decidimos caminar juntos, ella es una ...
    ... señora, con 65 años, la carga de su marido, que se notaba que no la hacía muy feliz, ella me iba contando que su marido había trabajado en las minas, que siempre fue un hombre muy tosco y así, hablando, nos fuimos yendo a la salida del pueblo, seguimos hasta salir a la ruta y de ahí caminando por el costado, llegamos a un bosque bastante tupido, donde entramos, habían varios senderos y elegimos uno que nos llevaba mas adentro, hasta la orilla de uno de los brazos del río. Amelia es una mujer muy simpática, nos reíamos mucho, se notaba que en su juventud tuvo que ser una mujer muy atractiva, íbamos acompañados de un bastón cada uno, y Amelia me había agarrado del brazo, cuando llegamos a la orilla del río, me dijo que quería orinar, "bueno, me retiro un poco", le dije, cosa que ella le dio mucha gracia, "hay, no vayas a ver algo que nunca hayas visto", me dijo riendo y se bajo el pantalón, dejando que le vea, por menos de un segundo, una mata enorme de pelos entre sus piernas, vi que se se puso de cuclillas y escuchaba como orinaba con fuerza, así agachada como estaba rebuscó en su mochila y saco papel para secarse la concha, se puso en pie para subirse el pantalón, y ahí le vi, otra vez esa mata enorme de bellos, que le cubrían la concha, "no te habrás puesto nervioso por verle el coño a una vieja", me dijo riendo y acomodando bien su pantalón, seguimos caminando, hablando de todo un poco, "Amelia, tienes una piernas muy bonitas", le dije, ofreciéndole agua de mi cantimplora, ...
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