1. Verano caliente con Gerardo


    Fecha: 27/09/2017, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    El verano en que cumplí diecisiete años conocí a Gerardo, mi primo. De joven, la hermana de mi mamá se había mudado a la ciudad de Resistencia siguiendo a un chaqueño a quien había conocido cuando ambos estudiaban contabilidad en la universidad. Gerardo tenía cuatro años más que yo y era su primera vez en Buenos Aires. Habían llegado todos, mis tíos y mis primos, Gerardo y las dos chicas mayores, Andrea y Susana, a pasar la navidad con nosotros. Como con Gerardo congeniamos desde el principio, mis tíos me invitaron a pasar las vacaciones en su casa del campo cerca de la capital. Los primeros días en el Chaco todo era nuevo para mí, el viaje, una primera estadía en la casa de Resistencia, tan pueblerina y distinta a la ciudad de la que venía. Y el calor que lo incendiaba todo en el día, para dar lugar en la noche a un ambiente húmedo y pesado. En las salidas por la ciudad yo iba detrás de mi primo, visitábamos bares donde me presentaba amigos y amigas, nos quedábamos hasta la madrugada charlando y tomando birras, vino y, mi primera experiencia, algo de porro que me hacía reír y soltar como nunca antes. A la semana siguiente nos fuimos a la finca del campo con toda la familia, aunque unos días después las chicas y mis tíos volvieron a la ciudad para arreglar el ingreso a los estudios de ambas. Así que nos quedamos solos, yo al cuidado de Gerardo, como le advirtió mi tía al despedirnos. De día nos bañábamos en la pileta de la finca para aliviar el calor y por la noche nos ...
    ... emborrachábamos o nos drogábamos riendo y conversando hasta que caíamos rendidos. En la soledad del monte chaqueño no podía apartar de mi mente un pensamiento que me avergonzaba y que, a pesar de ello, me invadía cada día con más fuerza: lo que me gustaba Gerardo. Cuando se estiraba como lagarto a tomar sol en la reposera lo miraba de reojo, el vientre plano, las piernas fuertes, la piel morena y una cara con unos labios que me hacían suspirar de solo pensarlos. Creo que él no percibía el huracán que había en mí aunque poco a poco fui dándole a entender, de manera inconsciente, de que –por lo menos yo- estaba listo para lo que fuera. Yo sabía que mi cuerpo era como de mujer y lo que provocaba en los hombres debido a mi cola redonda, mis piernas largas y nada musculosas y mi pecho angosto. Había sentido los roces intencionales en los colectivos y una vez me había pasado en el colegio con el profesor de gimnasia, una tarde, en que todos se habían ido y quedamos solos en el vestuario. Se hacía el chistoso cuando me acarició el culo como casualmente mientras me miraba con intención, por lo que cambié totalmente mi actitud y se controló. Pero me había deseado, había sentido su mirada lasciva, su calentura. Me sentí extraño, avergonzado pero ese día me di cuenta que tenía un poder que desconocía y me inquietaba. Las noches en el Chaco pasaron indolentes. Yo no evitaba que mis fantasías volaran en historias de sexo y deseo con Gerardo. Un día, casi al caer la noche de un martes húmedo y ...
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