1. El día siguiente a San Valentín


    Fecha: 21/06/2018, Categorías: Erotismo y Amor Sexo Oral Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Todavía no había amanecido cuando desperté sobresaltada. Una pesadilla. Miré a mi esposo. Su torso musculado, su ombligo alargado... Levanté la manta y vi su polla dormida. No dudé ni un momento y buceé bajo las mantas hasta llegar a su pubis. Metí su tibio capullo en mi boca y comencé a acariciarlo con mi lengua. Empezó a crecer, al principio lentamente, más tarde me ocupaba casi toda la boca. Noté que las manos de mi marido se movían bajo las mantas, sí, buscando mis pechos. Los encontró y los masajeó suavemente. Las palmas de sus manos jugaban con mis duros pezones y eso me excitó, por lo que imprimí más ritmo a la felación. Oí sus jadeos cada vez más precipitados y me preparé para recibir su semen en mi boca, que no tardó en llegar. En fin, era la mañana de un día de San Valentín y ese fue mi regalo: una mamada completa para que mi querido esposo fuese a buscar trabajo con buen ánimo. La crisis había estragado nuestro bienestar, tanto yo como mi marido habíamos perdidos nuestros empleos, y debíamos apoyarnos el uno al otro para no sucumbir y quedar postrados en la más infame depresión. Después de la cama, nos duchamos juntos, por ahorrar agua y gas, nos vestimos y salimos a la calle a desayunar. Teníamos fianza en el bar de nuestro amigo Diego y allí íbamos a trasegarnos un par de cafés acompañados de sendos bollos con mantequilla y mermelada, que deglutíamos para obtener las fuerzas suficientes a fin de acometer las entrevistas y visitas concertadas ese día, esperando ...
    ... que dieran algún fruto. Diego, nuestro amigo... He de decir que, además de la amistad que nos unía, yo, de alguna manera, tuve que prostituirme para acceder a los favores que Diego nos prodigaba. Cada dos o tres días, Diego subía a mi casa cuando sabía que mi marido no estaba y me follaba. La primera vez, quizá, fue por mi gusto, las siguientes no tanto. Recuerdo esa vez primera: Yo estaba en pijama, recién levantada de la siesta, sola porque mi marido había recibido una llamada urgente de una empresa, cuando oí el timbre; fui a ver. Observé por la mirilla que era Diego: daba saltitos en el rellano, parecía impaciente. Abrí la puerta y Diego entró como un torbellino. "Diego, ¿qué pasa?", pregunté; "Mi mujer, me ha dejado", dijo, y se abrazó a mí. Lo estuve consolando, sentados ambos en el sofá. De pronto, noté sus ojos en la abotonadura entreabierta de mi pijama, no tuve cuidado de ir bien tapada; sentí la vibración de su libido en mi piel. "Diego", dije, "no debemos"...; "¿Os fío en el bar, no?", arguyó, "dame hoy algo a cambio". Esto último me lo dijo en un tono lastimero que me llegó a lo más hondo, y me saqué el pijama por la cabeza para ofrecer mis grávidos pechos. Él me los chupó de la misma manera que lo hubiese hecho con un cucurucho de helado de fresa y nata, saboreando las gotas que se escurrían por la galleta, lamiendo los contornos, mis contornos, los de mis tetas. Mis pezones entraban y salían de sus labios, mi carne se estrujaba entre sus manos. "Vamos, Nuria, ...
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