Patricia cuenta su historia III
Fecha: 29/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: claudiob, Fuente: CuentoRelatos
Continuando con mi historia que empezó con “Patricia cuenta su historia” les cuento que me encontraba muy caliente, como también lo estaba Mario que continuamente me quería coger en cualquier lugar de la casa, pero no cedía a sus deseos porque me daba más morbo saber que nadie sabía que cogíamos. Mario se lo bancaba porque cogía con su novio o con alguna chica que le daba bola pero yo no tenía esa suerte, pues a la salida del colegio debía ir rápido a casa para preparar el almuerzo, para ella y para mí y ayudarla en lo que necesitase, pues al tener ambas piernas enyesadas, nada podía hacer, ni siquiera higienizarse, algo que hacia yo, durante la tarde y mi padre durante la noche. Una tarde al llegar del colegio, después de almorzar, recuerdo que estaba sumamente caliente y solo pensaba en la verga de mi hermano, por lo que mi concha estaba totalmente mojada y mis pezones se encontraban totalmente duros y enhiestos. Mi madre me llamó porque tenía que orinar, mis pezones duros no escaparon de su mirada, pero nada dijo, aunque cuando le sequé la concha después que orino, como la mía quedo a la altura de su nariz, aunque no sobre ella, obvio, se estableció entre nosotras el siguiente dialogo: —¿Te gusta algún compañero de la escuela? —¡No! —¿Y de otro sitio? —Tampoco. ¿Por qué lo preguntas? —Porque te veo excitada. —¿Cómo? —Veo que tus pezones están parados y siento -dijo aspirando aire con fuerza- que sale olor a hembra en celo de tu concha. —Ay mami ¿Qué decis? —Digo lo que ...
... veo y siento, además es lógico que a tu edad tengas ganas de coger. Mi mano no podía separarse de su concha, sabía que no debía pero era superior a mí. Ella se debió haber dado cuenta porque me dijo “Ya está bien seca” y continuó el dialogo diciendo: —Te lo digo porque yo también tuve tu edad y se lo que se siente. Imaginate si hoy, a mis 40 años, después de dos semanas sin que tu padre me coja, por como tengo mis piernas, como habré estado a los 18. —Eras muy caliente. —¡Soy muy caliente! Y vos —Maso. —¿Seguís siendo virgen? Yo a tu edad ya no lo era. —Hace poco deje de serlo. —No me contaste nada. —No creí que te interesase. —Me interesa todo lo que pasa contigo –Y agarrándome la mano, agregó- Te quiero. —Yo también te quiero -Le dije mientras besaba su frente, creo que lo hice para que su mano, que sostenía la mía, tocase mi pecho. Ella debió darse cuenta de mi intención porque inmediatamente soltó mi mano y me dijo: “Que dulce que sos. Voy a dormir un rato”. Y yo diciéndole “Gracias, vos también. Descansa, yo me voy a estudiar” salí de su habitación. Los días fueron pasando, la pobre ni se podía levantar, con sus dos piernas enyesadas. Mi calentura iba en aumento por lo que al higienizar a mi madre me demoraba cada día más en secarle la concha, las tetas o el culo, lo mismo ocurría con su concha cada vez que la secaba por haber orinado. Me era difícil asimilar que al llegar del colegio, lo primero que tenía que hacer era sacarle el pañal y lavarle la concha y el culo, pero ...