Loca por los vibradores
Fecha: 03/07/2018,
Categorías:
Masturbación
Hetero
Autor: Lucrecia, Fuente: CuentoRelatos
Por desgracia, la vida sexual de una chica puede llegar a ser, en ocasiones o por temporadas, una especie de montaña rusa. Hay días en que tu pareja te satisface plenamente y otros en que, por motivos varios, tienes que conformarte con lo que buenamente puede dar. Yo tengo novio y lo de ‘montaña rusa’ le viene que ni pintado. Tiene 23 años, tres más que yo, y su profesión, agente inmobiliario, es de esas que unos días no paras de trabajar como un ‘chino’ (dicho con respeto) y otras, por el contrario, tienes tan poco que hacer que no despegas el culo de la silla en la oficina. Es por esto que unos días, los de menos jaleo, me regala tales maratones sexuales que, durante la siguiente media hora, hasta caminar supone una odisea para mí. En el supuesto contrario, cuando llega a casa como si hubiese corrido la Etapa Reina del Tour de France, con más puertos de primera que de tercera, si me dura un asalto en la cama ya me puedo dar con un canto en los dientes. Entonces, una vez se queda dormido, y para no herir su orgullo, me levanto de la cama sigilosamente, voy al cuarto de baño y me hago un dedo, dos o los que hagan falta hasta conseguir al menos un par de buenos orgasmos. El caso es que masturbarse manualmente como una loca durante un buen buen rato puede llegar a ser agotador. Encontré la solución definitiva una noche, navegando por Internet mientras él dormía, en forma de moderno y elegante vibrador. ¡UF! El cambio fue radical. Mi vida pos-coito alcanzó nuevos horizontes y ...
... sin fatigarme más que haciendo mayonesa con la batidora. Todo iba de maravilla hasta hace un par de semanas. Yo estaba en el baño, dale que te pego con el vibrador. En un momento dado, mientras me hallaba en pleno éxtasis, entró y me pilló con las manos en la masa. Un mal sueño le había despertado y aprovechó para orinar. Me quedé helada, sin saber cómo salir de aquella situación tan embarazosa. Le confesé la verdad en un arrebato de sinceridad. Tampoco era para tanto. Eso sí, no quise herir su hombría confesando que en ocasiones no me satisfacía del todo. Dani se lo tomó mejor de lo esperado. Incluso, propuso incorporarlo en nuestras escaramuzas sexuales. Debo reconocer que fue una gran idea porque, tras una semana disfrutando con ambos miembros, el masculino y el artificial, según se terciara, mi felicidad era absoluta. Por no hablar de los ratos de gozo que yo misma me regalaba en su ausencia, generalmente después de comer. De esta forma llegó el primer sábado de abril. Ese día mis abuelos se presentaron de improviso a comer. Fue una grata sorpresa que traería consecuencias imprevistas para ellos. Resulta que habíamos terminado de comer, y yo estaba en la cocina preparando café. Ya estaba terminando cuando, de repente, me viene el abuelo y me pregunta con gesto serio: —¿Esto es lo que imagino que es? Alzó la mano y puso ante mis narices mi vibrador. Mi sorpresa fue mayúscula. —¡Eso no se hace, abuelo! —le reprendí enérgicamente—. No tienes derecho a rebuscar entre las cosas ...