VIOLADOR A MEDIANOCHE
Fecha: 10/07/2018,
Categorías:
BDSM
Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos
... habilidosa precisión la punta de la porra alcanzó de un golpe el perineo, arrancándole un grito de dolor. –¡Joder! ¡Eres una zorra! ¡Te juro que te…! La segunda vez Susana no utilizó la porra. Sacudió su mano abierta contra las pelotas del violador, cortándole el aliento y las ganas de hablar. –Tardas en aprender. Pero no importa, con insistencia todo se logra. Llegarás a prisión preparado para tu nuevo papel. Se aproximó al hombre, con las piernas abiertas y se elevó la falda. El detenido olvidó su dolor para mirar con avidez cómo la tela ascendía sobre la suave piel de los muslos; pero cuando descubrió la entrepierna su mirada cambió de súbito. Sobre la braga la detective lucía un arnés sujeto a las caderas con correas, y de él colgaba un enorme consolador, largo, grueso, bulboso, trufado de puntiagudas protuberancias. Lo aproximó a la boca del hombre, hasta rozarle los labios –¡No! –Intentó resistirse él–. Susana le agarró con fuerza la cabellera y le habló al oído. –Te conviene hacerme caso, porque voy a meterte esto por el culo, y cuando más lubricada esté más los disfrutarás. Reafirmó sus palabras balanceando la porra en la mano, al tiempo que lanzaba una mirada de reojo a los testículos del detenido. Éste cedió y se introdujo el falso pene en la boca. Entrenado previamente con la porra, no mostró mayor dificultad en realizarle una felación a aquel grueso fuste. Cuando consideró que ya estaba bien lubricado, Susana extrajo el consolador, brillante por la saliva, se ...
... situó a la espalda del detenido y lo colocó entre sus glúteos. Él intentó apartarse, protestando, pero la detective agarró sus testículos y los estrujó. El violador emitió un sordo quejido y se quedó quieto. –Si intentas resistirte será peor para ti y mejor para mí. ¿Quieres conservar tus pelotas? Porque a mí me encantaría arrancártelas, hijo de puta. El violador dejó que el consolador comenzará a penetrarle el esfínter. Lanzó nuevos gemidos, pero no se movió hasta que el pubis de Susana pegó contra sus nalgas. –¡Vaya! ¡Qué capacidad! Te la has tragado entera. Comenzó entonces a follárselo, empujando, metiendo y sacando aquella enorme verga del culo del hombre. Los quejidos de éste, en principio de dolor, fueron convirtiéndose en gemidos de placer, y su polla alcanzó de nuevo una plena erección. –Te gusta, ¿eh? Te encanta que te la metan. Que te follen por el culo. Eres toda una puta complaciente. El gesto de placer de Susana delató que había apartado el motivo principal del interrogatorio –policial: la confesión; personal: humillar a su violador– para disfrutar plenamente con aquella sesión de tortura. Sujetó con fuerza las caderas del detenido y embistió con más fuerza contra su culo. La falda, arremangada hasta la cintura, permitía ver sus glúteos –apenas cubiertos por la pequeña braga que, empapada de sudor, se adhería a la piel, introduciéndose por la raja– contrayéndose con cada empuje. Finalmente culminó en una desatada cabalgada que le arrancó un fuerte orgasmo, entre los ...