La pertenencia: (4) Eres mía
Fecha: 13/07/2018,
Categorías:
Dominación
Anal
Autor: ibarra.heber, Fuente: CuentoRelatos
12 días después. El período de 12 días de abstinencia. Mi llegada a Santiago no tuvo ninguna sorpresa. Al llegar al departamento y saludarnos con mi esposa no tuve que ocultar ningún sentimiento de culpa, no lo tenía. Pero sí, sí lo tenía. El bruxismo diurno. Yo ya sabía que era un síntoma de culpa, ella no. Eso sí fue un esfuerzo controlar, un esfuerzo con éxito parcial. No traía información en mi celular para mantener contacto a la distancia, así que estuvo igual de abierto y disponible para ella que siempre. No tenía nada que esconder fuera de mi cabeza. En mi cabeza estaba el martes que nos íbamos a encontrar, en el mismo restaurante, a la hora del almuerzo de los oficinistas. A mi esposa no la trate ni con más ni con menos cariño que antes. Estaba muy atento a expresar, siquiera sentir, una crítica. Ese síntoma de la infidelidad era notorio. Sin embargo tampoco me costó. La sola disposición bastó. Habíamos hablado de que se tomará tres días de sus vacaciones para acompañarme alguna vez. Volvió a salir el tema y volvió a quedar en veremos. No era algo que me preocupara. El personaje tan seguro de si mismo en la presencia de Andrea se deshizo en Santiago. Habíamos trabajado bien lo de mi seguridad en nuestra relación, un aspecto muy importante en nuestra terapia de pareja. Ahora era como volver a la normalidad, retomar mi vida donde la había dejado. El sexo siguió bien y me sentía capaz de hacerlo aún mejor, pero nuevamente, no quería demostrar ningún cambio en mí después ...
... de este viaje, y nuevamente, no fue difícil. Por supuesto que todo fue absolutamente inútil. Mi esposa tenía el don de una percepción hipersensible. Bastó una mirada perdida mía. Ella había aprendido a dejarme espacio en mi mente y no pedirme que le abra cada pensamiento. Señales mínimas bastaron para que conociera las líneas generales de mis actividades ilícitas de este viaje, tan bien como que me hubiese seguido con un dron de vigilancia. Lo mejor que podía hacer para controlar el daño era desviar su atención a un verosímil encuentro con el comercio sexual. Comentarios en un contexto adecuado sirvieron como voladores de luces. Parecía cumplirse la regla de que cualquier triángulo termina dañando a los tres involucrados. Mi regreso a La Paz me devolvió mi alter ego en preparación para nuestro reencuentro. Ella venía radiante. Yo, igual que la primera vez. Claro que ya la veía con otros ojos. Le daba una sonrisa socarrona de vez en cuando, que le provocaba un pequeño sobresalto. Nuestro tema de conversación en el almuerzo fue la cultura aymara. Ella conservaba algo de la lengua por su exposición al usarla su abuela, la migrante fundacional de su familia en El Alto, con su madre. Al escucharme su boca ligeramente entreabierta, además de ser un rasgo atractivo, delataba sus expectativas para estos dos días. "Hoy después del trabajo nos vemos en tu casa." Use 'casa' en la acepción amplia de 'lugar de residencia', a ella no le llamó la atención, sólo asintió. Esa tarde el cielo ...