Siempre que necesites confesar tus pecados
Fecha: 04/08/2018,
Categorías:
Anal
Gays
Tabú
Autor: samy15, Fuente: xHamster
... esas cosas por ahí…, usted ya me entiende. Pero con el tiempo, no se imagina Padre lo abierto que tengo el culito y lo que me puede caber dentro. Yo mismo no puedo ni creérmelo. Es maravilloso lo elástico que es mi esfínter.- Me contestó el joven mientras me miraba con ojos enrojecidos y una incipiente sonrisa en sus labios. - Tu madre ha comentado también, que te ha encontrado una caja de condones. ¿Para qué quieres tú eso, acaso has cometido algún otro pecado que no me hayas contado aún?- Le inquirí apretándole un poco más sus tiernas carnes con mi mano y subiendo lentamente mis dedos más allá del medio muslo. - Verá Padre, es que después de mucho tiempo viendo ese tipo de películas y de tocarme, un día encontré una página en la que algunos hombres se ofrecían a tener sexo libremente, en un bosque cercano a mi casa, “Cruising” se llamaba. Así que me armé de valor y me fui a ese lugar. Allí me encontré con muchos hombres de todas las edades, y uno de ellos me hizo señas, yo me acerqué a él y nos fuimos a un rincón apartado.- La candidez de sus palabras me desarmaban. – Y entre los matorrales tuve por primera vez sexo con un hombre.-Esta confesión hizo que me doliera mi propio miembro viril, que ya estaba en plena ebullición y goteando chorros de líquido preseminal que resbalaban por mis piernas, empapándome totalmente. Ni yo mismo me podía creer que el muchacho me estuviese excitando tantísimo con sus palabras. Un irrefrenable y lujurioso deseo atenazaba todo mi ser. ...
... Mientras tanto, mi mano seguía subiendo por su pierna, y las puntas de mis dedos comenzaban a introducirse, muy despacio, por las perneras de sus apretadas bermudas. El calor que me transmitía, recorría a través de mi brazo y se dispersaba por todo mi cuerpo, llegando a la base de mi columna vertebral, y llenándome de un gozo infinito e irguiéndome aún más si cabe mi inhiesta masculinidad.Clavándole ligeramente mis uñas en su tierna piel, incité al chico a continuar con su relato. - ¿Disfrutaste con ese hombre?- Le pregunté. - Sí, Padre. Gocé como antes nunca lo había hecho en toda mi vida.- Me dijo el chico. - Dices que tuviste sexo con un hombre. ¿Exactamente qué te hizo él a ti, y qué le hiciste tú a él?- El morbo podía más en mí que la prudencia, pero no me arrepentí de hacerle esta pregunta, pues su respuesta me supo a gloria. - Padre, me da vergüenza contárselo.- Me respondió el chico. - No debes avergonzarte de nada. Yo estoy aquí, no para juzgarte, sino para aconsejarte y perdonar todos tus pecados, hijo mío.- Traté de calmarle. - Pues verá Don Félix, ese hombre comenzó a besarme y acariciarme por la cabeza y el cuello, para después abrirme los botones de la camisa que llevaba, y meter su mano por mi pecho. Me erizó la piel cuando sus suaves dedos pellizcaron mis pezones. Estaba como poseído por un ansia viva. Rápidamente bajo y masajeó mi bragueta, consiguiendo ponérmela dura, usted ya me entiende Padre.- El rubor de sus mejillas al contestarme, me dejaban ver la completa ...