El reencuentro - 2ª parte
Fecha: 07/08/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... compartiendo salivas y gemidos, jadeos de placer; la hora de comerse el uno al otro, como delirantes antropófagos, mordiéndose mutuamente lenguas y labios hasta que Daniel liberó la boca de Sandra para, lentamente, descender a través de las redondas, hermosísimas, orejitas de su hermana, a través del femenino cuello, que casi podría definirse como de cisne, besándolo, lamiéndolo, mordisqueándolo todo a su paso hasta fijarse, por tiempo de placenteros minutos, en los desnudos senos de Sandra Esos senos, de antes, ya venían siendo homenajeados por las manos, los dedos de Daniel, que con indecible suavidad y delicadeza, si bien que con firme consistencia, venían acariciándolos, de modo que labios y lengua masculinas lo único que hicieron fue reforzar la plenitud de las caricias que le dedicaba. Los labios besaron la suave tersura de los níveos pechos, blancura esa tachonada de pecas; la lengua lamió, acariciadora, esa misma tersa y delicada piel de esos mismos senos, al tiempo que rebañaban las más oscuras aureolas; y los labios atraparon, llenos de dulzura, los más aún oscuros pezones, erguidos, enhiestos y puntiagudos como astas de miura corniveleto, para luego succionarlos cual niño de pecho hambriento Sandra le tenía cogido de la cabeza, con las palmas de las manos sujetas al occipital de Daniel; es decir, al cogote de su hermano, empujándole hacia sí misma hasta hacer que la cara de Daniel casi se incrustara en aquellos senos sedientos de los acariciadores labios, la ...
... acariciadora lengua de él. Aquello duró minutos y minutos… Quién sabe cuántos, pues el tiempo casi se detuvo para ellos dos, entregados en cuerpo y alma, él a ella, ella a él. Luego, en un momento indefinible, Daniel volvió a sentirse viajero a través de la corporal geografía de su hermana, de manera que inició un viaje hacia el sur, trazando su lengua un sendero de saliva a su paso por el vientre semi liso, por el pubis, terso y límpido de Sandra, a excepción del triángulo de sedoso y rizado vello pubiano que rodeaba, allá abajo, su más femenina intimidad. Daniel estaba sobre su hermana, más de rodillas que tendido, entre los muslos y piernas de ella, bastante abiertas al haber doblado las rodillas hacia arriba, por lo que sin gran dificultad disfrutaba de la vista de aquella intimidad al habérsele abierto hacia los lados los dos velos que, comúnmente, la celaban, abultados y enrojecidos por la sangre acumulada en virtud del sensual, sexual, deseo que la dominaba. Y tras las abiertas puertas, el sonrosado interior. Ante tan maravillosa visión, Daniel quedó arrobado, extasiado, rendido ante aquella flor que para él desplegaba sus pétalos y el irrefrenable deseo de acercar sus labios al cáliz de tal flor le venció, con lo que su boca estampó allí un amoroso beso mientras su olfato aspiraba el delicioso aroma que la femenina flor exhalaba. Aquello acabó de volverle loco; sí, loco de deseo de la inigualable mujer, la incomparable hembra que bajo él estaba, lo que obró que su lengua ...