1. Ahh, lujuria! (II)


    Fecha: 04/10/2017, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Sin dudas, fue una artimaña obscena y execrable la que usó Alberto para arrancarme aquél orgasmo. En los días subsiguientes lo odié tanto como lo deseaba. Maldito seas, Alberto era un latiguillo permanente en mis pensamientos. Y a pesar que muchas veces mi marido y yo nos contamos nuestros deslices como forma de mantener el caldero encendido en nuestra pareja, esta vez no pude hacerlo. Supo que lo hice con Alberto, pero nada más. Y para peor, cada vez que me cruzaba con mi madre - cada dos o tres días por medio, ya que muchas veces viene a ayudarme con las tareas hogareñas y a conversar - me subían los colores. Tenía vergüenza, sí, muchísima vergüenza. Me lapidaba a mi misma y me esforzaba por no pensar y por borrar de mi mente esa imagen cruda y cruel de Alberto con mi madre. Pero, a pesar de la vergüenza, en la soledad del atardecer no podía controlar el deseo que me provocaba esa imagen. Por supuesto que racionalmente lo negaba, pero en mis pajas una y otra vez la imagen se repetía hasta desfallecer rendida. En dos semanas bajé de peso y profundas ojeras enmarcaron mis ojos. Mamá intuyó que algo malo estaba ocurriendo y preguntó, pensando que la causa era alguna rencilla doméstica con mi marido, lo cual negué rotundamente. Pero no podía decirle la verdad. Busqué a Alberto, lo enfrenté y me negué a hacer lo que había prometido. Con su sonrisa complaciente me calmó y me entregué. Error, grueso error. Justo cuando estaba al borde de mi primer orgasmo, en ese mismísimo ...
    ... instante en que una mujer necesita correrse, el degenerado se retiró de mí, se levantó y con ironía sin par me desafió: "ya sabes, si quieres, ya sabes lo que yo quiero". Y dicho lo cual dio media vuelta, se vistió y salió de la habitación. Tendría que haberlo arañado, golpeado, violado; sin embargo, en el estado en que me encontraba, créanlo o no, lo único que pude hacer en ese momento fue... masturbarme, odiándolo. Decididamente, tendría que haber dado vuelta la página y olvidarme para siempre de él. Sin embargo, al otro día, me... rendí. Indagué en mamá tratando de saber de sus éxitos y sus fracasos en su vida sexual, buscando claves que no encontré. Mamá es aún una mujer deseable, alta y de formas cuidadas y esbeltas. Es dicharachera y juguetona y afectuosa aunque reservada en esos temas. Supe que había tenido oportunidades de ser infiel pero que las había dejado pasar. Supe que, en parte por su educación y en parte por vergüenza, nunca se atrevió a más. Ella indagó en mí y vi una pequeña oportunidad: de a poco, fui contándole de mis aventuras y de mis escapadas y de mis deseos y, sobre todo, de mis libertades. Con cada comentario observaba atentamente sus rubores y sus asombros. Me atreví a más y un día dejé ex profeso una revista condicionada al alcance de su vista en mi dormitorio y, luego, al regresar, le pregunté con una sonrisa trasparente qué le había parecido "el material de lectura", a lo que me respondió con otra sonrisa y un "muy interesante" y las mejillas ...
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