1. Las mejores maestras


    Fecha: 26/08/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... más, que despertarás a los pequeños y si ellos se enterasen, me moriría de la verguenza….. P- Gracias Mónica, no sabes lo feliz que me hace oírte decir eso… Ya verás, es algo que te gustará, además así te convertirás antes en una mujer!! Oí los pasos de mi padre y de mi hermana Mónica que se acercaban y rápidamente, me metí en la cama corriendo. Se metieron los dos en la habitación de mi padre y a través de las paredes oía como mi hermana Mónica sollozaba. Al abrir un poco mi puerta (nervioso pero a la vez curioso) vi como mi hermana Conchi, había hecho lo mismo que yo y estaba asomada en el resquicio de la puerta de su habitación. Ella al verme, me hizo una señal, para que fuese hasta su cuarto, yo hice un movimiento negativo con la cabeza, pero ella insistió, por lo que salí de mi cuarto con mucho cuidado (notaba como mi corazón palpitaba en mi garganta) cerrando tras de mi la puerta y atravesé el pasillo hasta la habitación de mi hermana Conchi. Yo – Conchi, que ha pasado? Porqué Papa está tan enfadado? C- No lo sé Miguel! Has roto tu algo o has hecho algo para que Papá se enfade así con Mónica? Mientras hablábamos, seguíamos oyendo a mi hermana Mónica sollozando, pero de repente, nos extrañó oír la voz de mi padre, diciéndole cosas a mi hermana Mónica en un tono de lo más normal. Extrañados y muertos de miedo, mi hermana Conchi y yo, cogidos de la mano y en el más sepulcral de los silencios, salimos a gatas al balcón para ir hasta el balcón de la habitación de mi padre, ...
    ... cuya persiana se encontraba bajada (aunque se veía entre las lamas de la persiana) y la luz encendida. Dentro de la habitación se veía a mi hermana Mónica, sentada en el borde de la cama, quitándose la camisa y a mi padre, junto a ella, mirándola embobado. Mónica se acabó de quitar la camisa, quedándose tan solo con su sujetador y medio tapando los pechos con un brazo. No podíamos oír lo que hablaban, pero el semblante de mi padre parecía más tranquilo, pero con un brillo extraño en los ojos. Mi hermana Conchi y yo, nos miramos entre nosotros con cara de interrogación, porque no entendíamos que podía estar pasando en el cuarto de mi padre. A continuación, pudimos observar como mi padre le secaba las lágrimas a mi hermana y le decía algo sonriendo, al tiempo que le iba apartando los brazos de delante de sus pechos. Mi hermana, con un poco de cara de susto, echó sus brazos hacia atrás y soltó el sujetador, dejando libres sus pechos. En ese momento, algo se encendió en mi cabeza. Los pechos de mi hermana, con 19 años eran enormes!!! Tenían forma de pelota de rugby, acabados en un pezón de color canela. Ya debía ser una talla 100 como mínimo (hoy tiene 130, lo he podido comprobar y disfrutar, como ya leerán). Mi padre se fue acercando poco a poco hacia esos pechos juveniles, turgentes y enormes. Empezó a acariciarlos con el revés de los dedos; veíamos como nuestra hermana temblaba, a cada caricia. Pasados unos minutos, mi padre puso las manos bajo ellos, moviéndolos un poco, como ...
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