1. Marcela (III)


    Fecha: 08/09/2018, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... estaba poniendo sobre el mar, sin embargo aún calentaba. Estaba a punto de correrme y tenía un calor insoportable. El sudor de la amiga de Marcela, se deslizaba por su vientre, empapaba su vello púbico y caía sobre mi cara en gruesas gotas. El aroma de aquella polla mulata, bañada en su propio sudor y mi saliva, deslizándose entre mis labios y sobre mi lengua, golpeando el paladar rítmicamente, era embriagador. Marcela se incorporó, me levantó las piernas que quedaron atrapadas bajo los brazos de su amiga. Apoyó el inicio de su desmesurado pollón contra mi ano y presionó con suavidad. Su verga, dura, ardiente y rígida como una viga de acero al rojo comenzó a abrirse paso dentro de mí. Por un momento sentí un dolor y un escozor indescriptibles mientras mi cuerpo se abría, desgarrándose, dejándose penetrar. Pero, el dolor fue momentáneo, enseguida sentí una oleada de placer celestial cuando pude notar como su tranca inexorable entraba una y otra vez en mis entrañas y sus huevos golpeaban contra mi culo. Ensartado por la boca y el culo, notaba como la polla de Marcela penetraba profundamente en mi interior mientras me asfixiaba de placer tragándome la polla de su amiga. Todo lo que podía ver si levantaba la vista eran un par de enormes pechos siliconados, bañados de transpiración, lanzando sobre mi cara una lluvia de sudor. Tenía la sensación de que con la fuerza con la que embestía, y el tamaño descomunal de su tranca, en cualquier momento podría partirme en dos. Mi polla, ...
    ... sin ninguna ayuda, también estaba a punto de explotar, sentía como si estuviese reteniendo la lava de un volcán a punto de estallar. No obstante, no quería correrme tan rápido, así que aparté con suavidad a la amiga. Me incorporé, puse a Marcela a cuatro patas, tomé el bote de aceite de coco y empecé a jugar con su ano para preparar la introducción de mi polla. Ella tomó su propia verga dura como el acero y empapada en el aceite que se deslizaba desde su culo y empezó a acariciársela. Era una visión divina, delante de mí, sobre sus piernas musculadas, sus nalgas, dos órbitas perfectas de piel morena, entre ellas se podía ver su ano, abierto de par en par, y debajo, tras unos huevazos inmensos que formaban una esfera oscura, la mano de Marcela deslizándose a lo largo de su columna de brillante azabache. Me apoyé en su culo, y después de un par de intentos conseguí que se deslizará dentro sin esfuerzo y empecé a arremeter con pasión. La amiga, que había seguido mi movimiento, se situó detrás de mí y a su vez empezó a embestirme a mí. Al sentir que me volvían a encular, sin poder contenerme, me corrí dentro del culo de Marcela. Y cuando aún no había acabado de salir toda mi leche, la amiga se corrió dentro de mi culo. Marcela al oír nuestros gemidos, también descargó su semen sobre las toallas. En su orgasmo, pude sentir los espasmos de su ano sobre mi polla, exprimiendo los últimos restos de placer de mi cuerpo. Estuvimos aún unos minutos unidos los tres, sin decir una palabra, ...