Historia del chip (034): Predisposición (Kim 013)
Fecha: 09/09/2018,
Categorías:
Dominación
Grandes Relatos,
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... impúdicamente si el vestido se había enganchado en su cintura. La transformación lenta y pausada en una esclava de dolor le resultó a Kim mucho menos difícil de lo que había pensado. Sus pechos ya se habían acostumbrado a los pellizcos y los manoseos, sus pies y piernas a los tacones. El mantenerse erguida incluso le había dado confianza y los orgasmos, mucho más escasos, resultaron más marcados y extensos. La imprevisibilidad de los mismos la seducía todavía más. Se sentía erotizada todo el tiempo. Entonces, Roger la invitó a ir a Córcega, y le recalcó que el entrenamiento empezaría a ser más exhaustivo y las exigencias mayores. Como Kim ya confiaba en su capacidad de corresponder. Creía que no lo decepcionaría, no teniendo reparos. Roger se encargó de todo, incluyendo el vestuario. Le avisó que existía una gran tradición en la isla relativa al bondage y la sumisión, y que cedería su cuerpo a otros en intercambio si le apetecía. Iban sin fecha de vuelta, así que Kim dejó su trabajo, sin embargo, su cordial jefe le aseguró que allí siempre podría retornar. Aunque el viaje era relativamente corto, Roger fue concienzudo a la hora de prepararla, con tres correas, demasiado pequeñas a gusto de Kim, y un exiguo vestido claro más los habituales tacones. Unos pendientes alargados completaban todo lo que había en la caja que extrajo del armario. Kim se puso los inabarcables zapatos, llevó los brazos a la nuca y cerró los ojos, pechos bien hinchados, hombros hacia atrás y estómago ...
... hacia dentro, todo realizado de forma instintiva. Las rodillas separadas, los labios entreabiertos, la barbilla al frente. Roger empezó a ponerle una correa de unos treinta centímetros de ancho en los pechos y Kim sintiendo como quedaban estrujados, mientras redujo un poco el aire en sus pulmones. En ese instante supo que había fallado. Roger soltó la correa, produciendo un alivio instantáneo en Kim y tratando de corregir el error anterior volvió a hinchar sus ubres al máximo. ¿Cómo iba a mantener los pechos bien erguidos con algo así? Roger le susurró: “Has corregido muy rápido, no contabilizaré el error si cuando te vuelva a poner la correa, agitas fuertemente los pechos diez veces a cada lado.” Kim asintió levemente y esperó. Cuando sintió los pechos bien comprimidos, sin dejar de mantener la postura erguida los agitó una y otra vez, sintiendo como la correa se hincaba más en diversos puntos. Seguidamente, Roger le puso la correa de la cintura. Kim sabía que era del mismo tamaño a la de sus pechos, al sentirla estrechando su cintura, supuso que la había doblado por dos. Era igual de molesta y Roger la colocó justo en el punto más exiguo. Aquí daría igual que tratase mantener el estómago encogido, simplemente no podría expandirlo. La tercera cinta, -mucho más fina-, fue desde atrás hasta delante entre sus piernas y cuando Roger estaba a punto de elevarla avisó a Kim. —Voy a presionar la cinta que va entre tus piernas, rozando y comprimiendo tus labios vaginales y tu clítoris. ...