Me tiré a una gata blanca
Fecha: 10/09/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Voluta, Fuente: SexoSinTabues
Justo cuando me masturbaba, oí el maullido de la gata blanca de mis vecinos. La otra tarde volvía de la tienda con cervezas y botana cuando vi sobre el lado contrario de la acera a la nieta de Doña Queta, una niña de nueve años. Regina venía platicando con sus compañeritas de la escuela, las tres sudando y despeinadas, con su tradicional falda guinda y sus calcetas blancas. Mentiría si les dijera que no sentí unas ardientes ganas de correr tras ellas para subirles la falda y arrancarles los calzones. Ya varias ocasiones se los he visto, pues luego me pongo bajo el puente de la escuela y sin vergüenza alzo la cara, o las sigo hasta el parque y me siento en la banquita apenas me percato que se van a montar en los columpios o en la resbaladilla. Incluso llegué a la conclusión de que Regina sólo se pone dos calzones a la semana: los lunes, como es escolta, lleva blancos, y es hasta el jueves que se los cambia, ya sea por unos rositas o por unos verde pistache. Aunque me excitan más estos últimos puesto que, dada su angostura, hacen ver más gordita a la panochita y la rajita aparece más sabrosa. En fin, la cosa es que entré a mi casa, donde mis amigos me esperaban para observar el partido del Barça. Yo estaba muy caliente, quise correr al baño para masturbarme pero estaba ocupado; quise ir a la cocina pero mis amigas andaban sacando la pizza del micro; y cuando me escabullía hacia mi alcoba, ¡coñazo! se le ocurre meter gol a Messi. Ni modo, tuve que guardar la paja para la ...
... noche. Metido en mis cobijas comencé a jalármela, imaginándome a Regina en un parque vacío escalando la resbaladilla. Por alguna razón se quitaba el uniforme escolar, salvo sus calcetas, y ponía su tierno traserito en el metal, que le quemaba harto pero soportaba. Entonces dejaba irse y caía en la tierra, aquí yo me acercaba comiendo una paleta de limón. Colocaba mi mano entre sus piernas y masajeaba lento pero firme; le frotaba con mi pulgar su chocho mientras ella, con la cara enrojecida y los ojos cerrados por el sol, gemía de malestar. Luego me embarraba lo dulce de la paleta en el pene y se lo daba a tragar; al sentir el sabor a limón, Regina chupaba y chupaba. Estaba pasándola muy bien, sin embargo un ruido me perturbó: un maullido. "¡Estúpido gato!", dije, "¡ya me chingaste la erección!". Como no se callaba, abrí la ventana para echarle agua. A punto estaba de lanzar la bandejada cuando noté el movimiento de su cola, una cola seductora, por así decirlo. Y es que no era macho sino hembra. La gata de mis vecinos los zapateros era una gatita mediana muy bonita, toda blanca y de ojos azules, la cual chillaba ya que nadie estaba en su morada. Entonces, de la nada pensé "¿cómo será la vagina de una gata?", e inmerso en esta profunda idea sobrevino a mi mente la semejanza entre las palabras "vagina" y "Regina". Y como sabrán, el destino me orillaba a follarme a mi niña linda, encarnada en el cuerpo suave y tibio de la minina. ¿A poco no era una locura? Supuse que la gata quería ...