Fiebre sexual
Fecha: 12/09/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
El vestido nuevo estaba sobre la cama, lo contemplaba y no me decidía a ponérmelo; permanecía en ropa interior, también nueva; brasier y pantaletas en negro, de encajes y vuelos. Siempre he sido una hembra alta, de senos muy abundantes y desarrollados, será porque aún contienen leche para gusto y placer de mi marido, que se deleita exprimiéndolos. Mis pezones son picudos y muy sensibles. Mi esposo se vuelve loco por mis tetas y en los años que llevamos de casados, sé que he sido la única en su vida. Aunque yo no pueda decir lo mismo... Entonces, ¿a qué venía este despliegue?, miré el vestido de nuevo y me ruboricé. Después me volví hacia el espejo; era un síntoma de coquetería femenina. Se puede tener 33 años y ser coqueta. Sobre todo cuando se mantiene un cuerpo como el mío. Mis senos se balanceaban en el brasier, apenas cubiertos y apenas sostenidos; el noventa por ciento de las copas del sostén, era encaje negro, el resto, sólo una tira en derredor de las circunferencias para sostener el encaje; por lo tanto, se apreciaban perfectamente mis globos de carne, casi desnudos. Mis muslos se cerraban sobre la tirita negra que hacia las veces de tanga, no quería volverme, porque mis nalgas resaltaban impúdicas, si, esa era la palabra... impúdicas. Y sin embargo, en aquella combinación completa que mi marido me había comprado para la cena de esa noche, encontraba... no sé qué... encontraba; era una excitación que hacia muchos años había perdido. Por fin hice un esfuerzo... Ya me ...
... había probado el vestido, sólo una vez y fue suficiente para que mi marido casi me lo arrancara mordiéndome en los senos y cogiéndome por una hora. Eso fue el día anterior, cuando me compró todo el conjunto en aquella boutique exclusiva para ricos. Mi esposo sonrió. Yo comprendía y no comprendía. Finalmente deslicé mis amplias y abultadas caderas en aquel vestido negro de noche, la tela era tan fina que se pegaba a cada línea de mi cuerpo. Lo peor de todo era que mis senos, casi sueltos bajo el brasier, mostraban la protuberancia de los pezones como si estuvieran desnudos. La forma de los senos era tan clara como... pero en fin... Y si me volvía de espaldas... mis nalgas se marcaban hasta el último detalle, sobre todo por la tanga que se enterraba deliciosamente en mis partes íntimas. El rubor acudió a mi rostro mientras que me alisaba el cabello con el cepillo. Como si fuera poco lo de mis pezones, el vestido tenía un escote en forma de "V" tan pronunciado que me tocaba el ombligo. Los costados de mis senos aparecían claros y nítidos, la línea que separaba mis montículos, quedaba desnuda. Me sentía extraña... y excitada… Consulté el reloj, apenas faltaban quince minutos para la hora de la cena. Rápidamente pasé revista: Mis hijos con su abuela, el asado estaba en su punto, el vino perfectamente helado, el postre en su caja de la repostería... todo estaba a punto. A punto si, pero, ¿para qué? No me cabía la menor duda de que le causaría una grata impresión en el señor Pérez. ...