Los pies de Claudia
Fecha: 16/09/2018,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Cavrioto, Fuente: CuentoRelatos
... Al escuchar estas palabras mi corazón se ruborizó de dicha. -Sí, mamá, no tengas cuidado… En cuestión de segundos salieron y nos dejaron en la mejor soledad posible. Claudia miró por la ventana hasta ver que la camioneta desaparecía en el camino. -Listo, se han ido… ¿lo comprendes? -¡Más de la cuenta, ven! –Dije. Ella se acercó y nos comenzamos a besar con tal pasión que sin darnos cuenta caímos del sillón sin despegarnos de la boca. La sala, aromatizada de las fresas del jardín, daba una atmósfera sensual y aportaba una estimulación más para la escena. La senté en el sillón y la descalcé; le quité la blusa y su pantalón se deslizó dejando desnudas y vulnerables sus piernas ante mis labios. Claudia se puso colorada como un tomate al ver que sobaba sus pies pero no me los arrebató, al contrario, como que deseaba ver qué plan tenía yo en mente. Sus pies eran hermosos: el empeine era fino, tallado por la naturaleza de modo exquisito, sus deditos eran pequeños y bien proporcionados cuyas uñas tenían un esmalte escarlata, dándoles un aspecto increíble; sus plantas (o suelas, como gusten llamarles) gozaban de un color rosado como flamencos. Lo que me encantó era que sus pies no sufrían de descuido alguno, reposaban en la belleza de todos los dioses y esto es lo que a nosotros los fetichistas de pies nos vuelven locos, aunque hay excepciones, debido a que esta inclinación es tan diversa como los colores mismos. No logré contenerme y me los llevé a la boca sin pensar las cosas. ...
... ¡Imposible describir la éxtasis que me envolvió en aquél momento! Claudia comenzó a reír y acarició mi cabello, como peinándolo. -¡Ah –exclamó de pronto-, ay, ay, amor! ¡Muerdes como una piraña! Me quité el pantalón y le presenté a la bestia que anhelaba ser mimada en el altar del placer y la voluptuosidad. Ella, la miró y la sujetó; la besó con atenciones conmovedoras, lubricando el glande y envolviendo con su lengua el tallo. Se volteó de rodillas, dejándome a su disposición su trasero y colocó sus pies en la bestia para dominarla y atarla al placer impúdico que en ambos reinaba. Comenzó lento pero paulatinamente los movimientos se tornaron bruscos y excitantes. A mi respuesta, le asesté millares de nalgadas y mordidas de manera que ella reía y daba ligeros gemidos de placer. Casi me venía pero retomé el camino de la penetración para probar los goces que aún habría de recorrer. Con la misma posición le sujeté el trasero y comencé a jugar con él; para amortiguar el movimiento, tomé su blusa y a modo de bufanda se la puse en torno a su cuello. Claudia no paraba de gemir y balbucear. -¡Oh, cielo mío! ¡Ay, ay… no pares, amor… fuerte, fuerte, ah! Estaba sobresaltado, Claudia estaba encabritada por las voluptuosidades. El ojo de su culo me miraba, moviéndose de aquí para allá, guiñándome e incitándome a que le hundiera de caricias. Lo acaricié y de pronto metí mi dedo hasta donde pude. A esto, Claudia regresó la mirada como cuestionándome la previa acción, entonces comprendí y moví mi ...