Laura
Fecha: 18/09/2018,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
LAURA. Eran poco más de las cuatro de la tarde una tarde soleada de primavera. El coche de mi amiga Laura avanzaba lenta por la solitaria calle en dirección a la puerta de mi casa. Un gusanillo recorría mi estómago, tenía la sensación extraña de no saber si lo que iba a hacer estaría bien o mal. No sabía si realmente me iba a gustar. Trabajo como funcionaria con horario de ocho a tres, lo que me permite disponer de suficiente tiempo para mi. Laura es una compañera de trabajo, vistosa, delgada con una melena castaña oscura que le llega por la altura de los hombros, soltera, siempre bien vestida y arreglada, sonriente, amable y buena amiga. Un día mientras desayunaba con Laura, no sé bien como salió el tema en la conversación y ella me preguntó si yo disfrutaba o no en la peluquería. Yo le dije que no me causaba ninguna sensación especial salvo la de pánico a que me cortaran más de la cuenta y que por eso iba siempre a la misma peluquería en la que una chica muy agradable sabía exactamente cortarme las puntas cada dos o tres meses. Entonces ella me confesó que a ella le sucedía algo parecido hasta que un día dio con un salón de belleza un tanto especial, en el que tanto las chicas que lo atendían como los clientes gozaban al observando o realizando cortes de pelo. Desde aquella vez a ella le excita cada vez más sentir como le cortan el pelo y le gusta observar como a otras mujeres les cortan el pelo mientras ella espera su turno y que le excita cada vez más sentirse observada ...
... mientras a ella le arreglan. Yo no salía de mi perplejidad y mi curiosidad cada vez era mayor. Sin saber cómo una cosa llevó a la otra y terminé aceptando la invitación de Laura para ir juntas a su peluquería y, heme aquí esperando a que me recoja en su coche para acompañarla. Mientras el coche de Laura avanzaba ligero por las calles semidesiertas, ella me dijo que no tenía que preocuparme por nda, que lo más importante para mí era tratar de disfrutar y que para ello debía dejar aparcados en la entrada complejos e inhibiciones, actuar sin ningún tipo de tabú y dejarme llevar. Pronto llegamos a un lujoso edificio comercial del centro y Laura aparcó su coche en un aparcamiento del inmueble. Mientras avanzábamos hacia el ascensor mi corazón comenzó a latir con más intensidad y sentía un calor interior que me invadía. La boca se me secó y apenas podía pronunciar palabra. Llegamos a un salón de belleza del que sólo se veía una pequeña sala de espera y un mostrador desde el exterior. Cuando entramos sonó un pequeño timbre y al poco rato de una puerta de espejo al fondo salió una chica rubia de media melena recogida en una coleta, vestida con una bata ceñida, de unos treinta y pocos años de edad, que saludó con un cariñoso beso a Laura y se dirigió a mí por mi nombre como si me conociera de toda la vida. Pili, que así se llamaba, nos invitó a pasar al interior y me dijo que ya sabía por Laura que era la primera vez que venía a un sitio como este y que por eso había reservado para ...